domingo, 31 de mayo de 2015

Programa SF 162 - Adela Segarra - Araceli Ferreyra - Estela Díaz - 30 de Mayo de 2015

Mi boquita no se calla más. 
por Mariana Moyano
Editorial SF del 30 de Mayo de 2015.

Le había salido de las tripas. Luego se disculpó y, al igual que sucedió en estas horas con otro que se había ido a la banquina con la trompada a un periodista por una nota ofensiva, pareciera que ciertos pedidos de perdón no sólo eximen, sino que borran el hecho. Lo cierto es que había volcado en la afirmación. El ex gobernador de la provincia de Misiones por la UCR Ricardo Barrios Arrechea había sostenido que su candidato a la gobernación Gustavo González “tiene toda la posición para triunfar; tiene pinta y el voto bombacha está asegurado”. Eso y decir que las mujeres somos un ejército de boludas termocefálicas que metemos en las urnas el nombre de un tipo sólo porque nos parece guapo es bastante parecido.
Quienes no sólo no se disculparon sino que cuando escuchan a alguien hablar de violencia simbólica miran como si vieran llover, son los de la Revista Noticias. A Cristina Fernández la habían usado ya como protagonista de la tapa para decir de ella que: está como ausente, lleva adelante un extraño luto, es un enigma, que hay un negocio en pegarle –y de paso mediante photoshop hacerle un desagradable ojo en compota-, que hay un diagnóstico secreto sobre ella, que irrita, que pasa por tapas eufóricas, que está deprimida, que está bajo tratamiento psiquiátrico, que está medicada y que está bajo un estado de shock. O sea, que está loca.
No se privaron de mostrarla en un dibujo como una chica Divito masturbándose bajo el título (ofensivo para decir lo menos) “El goce del poder”, efecto con lo cual además de violar la intimidad femenina y presidencial, ridiculizan la autosatisfacción de las mujeres.
Ayer hicieron una más: salieron a la calle con otro montaje fotográfico a través del cual se la ve arrugadísima, muy vieja y canosa y el título/espectro asustador es “¿Y si no se va? Fantasma nacional: CFK en el poder hasta 2027”. Paradojas de la impunidad editorial, en un título apartado hacen una (correcta) condena de los dichos de Alberto Samid acerca de que “las mujeres despiertan en los hombres algo que irrita”. Línea editorial esquizoide o cinismo llevado al límite.
En la Argentina tenemos varias pero, sobre todo, una ley. La normativa habla de mujeres y de integralidad. Es la 26.485, la “Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales”. Fue sancionada en marzo de 2009 y promulgada el 1 de abril de ese mismo año. En su artículo 5 explicita los tipos de violencia contra la mujer: doméstica, física, psicológica, sexual, económica y patrimonial, simbólica, institucional, laboral, obstétrica y mediática. Explicadito cada tipo, con detalles y hasta ejemplos.
Por esa ley, tres diputadas nacionales le pidieron, a través de una medida judicial, al diario Clarín que se retracte por aquel violento y ofensivo “La fábrica de hijos. Conciben en serie y obtienen una mejor pensión del Estado”. La Corte, para variar, le salvó al grupo el estofado.
Ayer nos enteramos que una mujer fue asesinada a mazazos en la frente por su ex pareja delante de su hijo de 12 años. Fue en Florencio Varela. Veníamos de conocer que el asesinato de la joven Nicole Sessarego Bórquez llega a juicio oral con un acusado, Lucas Azcone, y con la calificación de “homicidio agravado por odio de género”. Estábamos aún conmovidos por lo ocurrido con Katherine Moscoso, de 18 años, en Monte Hermoso donde como si no alcanzara con el horror de la muerte de la joven, vivimos un linchamiento.
Cosecha Roja es una página web de noticias; de noticias policiales -diría el vulgo- y que junto con Infojus hacen un esfuerzo periodístico sobrehumano. Es por ese denuedo que me fascinan. Por ese permanente ejercicio de dar cuenta de que los crímenes que suceden no son ni “casos”, es decir, situaciones aisladas, ni “policiales” sino parte de todos nosotros y no sólo de quienes pueblan comisarías o el mundo del delito. Me gusta lo que hacen porque nos involucran, nos sopapean, nos espetan en medio de la jeta que esa muerte relatada de esa crónica no es ajena a nuestro cotidiano comportamiento, ni a un sistema que hace de la vida humana (y de las mujeres en especial) algo con poco valor.
Escribieron allí: “’¿Viste la piba que mataron?’. Hasta la semana pasada cualquiera respondía ‘sí, Chiara’. Hace dos meses era ‘Daiana’, el año pasado Melina y, en 2013, Ángeles. Tienen nombre: ellas son las marcas registradas de la violencia contra las mujeres. Estos casos paradigmáticos llegaron a los medios y sólo el de ‘Mumi’ Rawson y Mangeri ocupó 35 mil minutos de aire en televisión. Pero en Argentina cada 32 horas aparece el cadáver de una mujer que pasa desapercibido. Son los femicidios anónimos que quedan ocultos en cada rincón del país”. El de Yesica Muñoz, golpeada, violada y estrangulada por cuatro varones. El de Irma Rodríguez, asesinada por Roberto López, su ex, que la acuchilló y luego intentó matarse. El de Andrea Castana, que tenía 35 años y dos hijos y que luego de dejarlos en la escuela decidió caminar por el cerro La Cruz y apareció muerta y tapada con rocas y ramas. El de Pamela Arévalo, de 15 años y con un hijo de 4 meses, que cuando quiso dejar a Marcelino Ríos, su pareja, él le dijo “Si no sos mía, no vas a ser de nadie” y la mató de un disparo. El de Giselle Páez que llegó muerta al hospital de Las Heras, en Mendoza por las 10 puñaladas que le dio su marido, Horacio Romero, delante de Thiago, el hijo mayor, de 4 añitos. Esta fue la causa que quedó caratulada como homicidio agravado por femicidio y fue primer asesinato que llega a los tribunales mendocinos como un crimen por la condición de mujer.
Los nombres y situaciones particulares conforman, lamentablemente, una lista muchísimo más extensa y parte del desafío es despertar del letargo que propone una lectura morbosa de cada hecho como un “caso” individual. Aquí no hablamos de mujeres que aparecen muertas por razones psicológicas o psiquiátricas de quienes provocan el crimen. Al menos no solamente.
El suplemento Las 12 de Página 12 nos sorprendió gratamente ayer con una entrevista a la antropóloga argentina residente en Brasil Rita Segato, una de las mentes más lúcidas a la hora de pensar la violencia contra las mujeres.
“Se trata de una ‘pedagogía de la crueldad’ imposible de disociar de la violencia mediática contra las mujeres, sostiene Segato y lo explica así: “es la fase actual de la explotación, que involucra un tipo de retorno al trabajo servil, semiesclavo e incluso esclavo, producido por la caída de la centralidad del salario. Esta modalidad de sujeción de personas como mercancía demanda una insensibilidad particular (…) esta modalidad de explotación depende de la disminución de la empatía entre personas que es el principio de la crueldad. De ahí hay sólo un paso a decir que el capital hoy depende de una pedagogía de la crueldad, de acostumbrarnos al espectáculo de la crueldad (…). La violencia íntima en el espacio público, como está curiosamente ocurriendo hoy en la Argentina, no es otra cosa que un enunciado del carácter también público del problema íntimo (…). En este sentido, es muy importante no guetificar la cuestión de género, es decir no considerarlo fuera de su contexto histórico, no verlo sólo como una relación entre hombres y mujeres, sino como el modo en que esas relaciones se producen en el contexto de sus circunstancias históricas. No guetificar la violencia de género también quiere decir que su carácter enigmático se esfuma y la violencia deja de ser un misterio cuando ella se ilumina desde la actualidad del mundo en que vivimos. Claro que la vemos de forma fragmentada, como casos dispersos de letalidad de las mujeres –aunque cada vez más frecuentes–, pero son epifenómenos que parten de circunstancias plenamente históricas de las relaciones sociales y con la naturaleza.
“(…) La fantástica herramienta del concepto de violencia mediática contra las mujeres, que ya forma parte de la ley 26.485, y que propongo aquí como categoría jurídica en el campo de los derechos humanos a la que debemos dotar de un elenco de contenidos precisos y activar con acciones concretas en la Justicia. Para que la victimización de las mujeres deje de ser un espectáculo de fin de tarde o de domingos después de misa (…). Pasaríamos así a entender e interpelar a los medios con nociones afines a la de “autoría intelectual” y a la de “instigación al delito”, develando que, con relación a las mujeres y a los sujetos feminizados, funcionan como “brazo ideológico de la estrategia de la crueldad”.
Por eso. No es privado: el crimen contra una mujer no es del ámbito de psiquis de individuos sino un problema mayúsculo que sólo abordado desde allí tendrá resultados positivos. Y por las mismas razones que no es individual ese crimen, es que no es personal sino política cierta bronca que sentimos algunas al escuchar o leer que la posibilidad de que miles de mujeres (y hombres) nos encontremos el 3 de junio para darle visibilidad al femicidio es hija de la interacción 4 o 5 chicas que chateaban y se preguntaron qué hacer.
Aunque más no sea por humildad démosle el crédito a 60, 70 años de luchas feministas y a décadas en las Argentina de pelea de los movimientos de mujeres. Así como el crimen lo es, un gesto individual de convocatoria nace de la historia que lo precede. Sólo un exceso de ignorancia o pedantería podría colocar a un homicidio o a una convocatoria en el grado cero de la historia sobre la temática. Hay hilos invisibles pero sólidos que unen la historia individual de cada una de nosotras con el batallar histórico de otras y con la vida de las que no están. Como dice María Florencia Alcaraz, también en Cosecha Roja: “A ‘Ni una menos’ no la parió twitter, ni la foto de un famoso, ni la adhesión de un candidato, ni siquiera una maratón de lectura: la parió el feminismo. Salió de esa concha amplia, estrecha, rapada, peluda, homo, hétero, lesbiana y trans, fresca y vieja. Esas múltiples conchas vivas que conforman al movimiento nacional de mujeres en Argentina. Dicen que las que estamos atrás de la convocatoria somos periodistas, escritoras y activistas. Yo digo que somos las sobrevivientes del patriarcado y que caminaremos las calles con la memoria histórica de las que estuvieron antes. No somos superheroínas, no descubrimos nada. Canalizamos una demanda, un hartazgo colectivo”.
Un agotamiento que va desde sentirse agobiada por la espectacularización de un cadáver femenino; un fastidio por tener que insistir ante algunos varones que sí existe el patriarcado; un agobio por tener que explicar que cuando un tipo habla de nuestra vagina en la calle no nos resulta halagador.
Nadia Lihuel lo cuenta hermoso y me representa tanto hasta en los detalles, nos representa tanto hasta en la minucia, que no seré yo, sino ella quien cierre este texto: “Acabo de pegarle una cachetada a un tipo en la calle. Corrientes, hora pico, territorio complicado de transitar en días de calor, con ropa liviana, con algo de piel al descubierto. Lo sé. Por eso uso auriculares grandes, de los que se escuchan con buen volumen incluso en el subte.
Un chabón de unos treinta, boligoma en mano, pegaba papelitos de puteríos en los carteles de la avenida. Nunca, por más apurada que esté, puedo resistirme a arrancar aunque sea algunos papelitos mirando a la jeta de quien los pega. En el tumulto de la gente apurada no encontré tacho a la mano y opté por dejar la bola de papeles en la estructura de un puesto de flores cerrado. A unos diez metros un grupo que asumí de taxistas conversaba en el cordón. Uno de ellos me habla pero no le entiendo. Me saco los auriculares preguntándole:
- Perdón, ¿qué?
- Si me dejaste anotado tu teléfono ahí…
En mi cabeza el silencio de haber frenado la arenga enojada de PJ Harvey con la que venía embalada. Le estampé la mano en la cara y un “¡Sí, pelotudo!”. Fue una reacción, no una decisión. Me salió así. Del grupo de tipos, que serían tres o cuatro, brotó el “uhhhhh” grave de un penal errado.
Seguro no estuve bien. Pero no me arrepiento. De haberla planificado le escupía la cara. Va más conmigo.
Pero vaya una por tantas.
Ayer iba otra vez por Corrientes con los auriculares grandes puestos. En el silencio que hay entre tema y tema se cuela una vez más un “mi amor, esa boquita… vení chupámela un rato”. Otro tipo más que se siente habilitado a interpelarme con su deseo. Me harté de bancarme al chabón que susurra que me quiere pegar una cogida y hace como que se tropieza conmigo mientras cruzo la calle. Me asqueé de escabullirme entre la gente, de bajar unas cuadras antes porque una erección me apoya en el bondi. No aguanto más el corazón en la boca cada vez que volviendo de noche a casa un auto acompaña la caminata a paso de hombre y desde adentro un tipo me va diciendo lo que tiene ganas de hacerme mientras lo que se hace es una paja.
Mi cuerpo, ese envase que me contiene y que recibe cada descarga de opinión masculina, se rebela y como un huracán entro al lobby del hotel con lirios en los floreros de la vidriera donde el tipo evidentemente trabaja.
- Ese tipo que tenés parado en la puerta nos dice barbaridades a las chicas que pasamos por la calle.
- Te pido mil disculpas… – pálido, el recepcionista no sabe cómo reaccionar.
- No me pidas disculpas, asegurate que no vuelva a pasar.
Con la sensación de que no va a cambiar nada, pero que al menos no me guardé nada, sigo caminando. Sé que no es un hecho aislado, me pasa desde los 11 o 12 años cada vez que salgo a la calle y desde hace un tiempo sospecho que en esa estructura naturalizada está el primer eslabón de una cadena que termina con una bolsa en un zanja y en esa bolsa las sobras de una piba en la que alguien cumplió las amenazas que nos hacen habitualmente a todas. No creo que tenga ninguna trascendencia mi actitud, pero por algún lado empezamos a desnaturalizar la violencia simbólica que deviene en femicidio.
Las pulsaciones bajan de a poco. Subo al bondi, abro twitter y leo que Yésica Romina Muñoz de 16 años apareció muerta en un descampado en Corrientes. El diario zonal dice que hoy, jueves 21 de mayo, iba a cumplir 17 años. Mi boquita no se calla más”.

martes, 26 de mayo de 2015

Programa SF 161 - Luis Alberto Quevedo - 23 de Mayo de 2015


La palabra apropiada.
por Mariana Moyano

Editorial del 23 de mayo de 2015.
La tenían enjaulada. Era una palabra apropiada. Venía sólo con olor a bosta de caballo y vaca de campo de miles de hectáreas o con grito castrense autoritario; más rígido que de celebración. “La Patria es el campo” era la certeza desde tiempos inmemoriales, ratificada por “el relato” mitrista y la fiesta de 1910. Y no fue puesto en duda en voz muy alta hasta hace apenas unos añitos, cuando un número azaroso de la resolución inicialmente intrascendente puso patas para arriba hasta ese mismísimo concepto.
“Viva la Patria”, era la otra cantinela. Pero de tanto repetirla unos, se la terminaron quedando y parecía que gritarla era aceptar o emular al Galtieri que arengaba a las tropas en Malvinas, cuando éstos no sabían si tenían más frío que miedo o más incertidumbre que hambre.
Era de ellos. La “Patria” eran ellos. Por ahí ni asomábamos. Había demasiado reparo como para usarla y pensar en que fuese nuestra. Teníamos los Derechos Humanos. Esos sí. Esos eran nuestros. Porque eran de los sobrevivientes, de la Resistencia, de los pañuelos, de los derrotados, de los que si apenas nos daba para testimoniales.
Por esas cosas de la  mirada sospechadora sobre  el cómo, el cuándo y el por qué de los actos que comete el bajo fondo de la política –que siempre es o criminal o servicio- que le enviaran un mensaje a la política de la cara descubierta justo ese día me hizo poner en alerta. Y por esas cosas de cierta desconfianza al cómo, al por qué y al cuándo de ciertos títulos en ciertas tapas de ciertos diarios, algo me olió feíto.
Estaba tomada la decisión. Se sabía que Néstor Kirchner y Aníbal Ibarra iban a firmar el traspaso y ese acuerdo iba a presentarse con toda la bambolla ceremonial. Pero lo que verdaderamente se comprendía, se olía en el aire, era que a una de las cuevas iba a entrar por primera vez el mejor de los desinfectantes: la luz del sol.
Así que como el sol hacía su trabajo de desinfección y los Derechos Humanos eran nuestros, nos fuimos a la cueva del espanto aquel 24 de marzo. Requete muertos de calor se nos mezclaban las gotas de transpiración con las lágrimas que nos arrancaron cada una de las palabras de cada uno de los discursos de cada uno de los oradores de aquel acto, en que ella miraba seria con el ceño fruncido y él, con su mano izquierda apretaba fuerte el atril como batallando con las palabras que se le atragantaban en la garganta. Y así fue: pidió perdón, metió un poco la pata y se disculpó luego con el jefe radical que, bravucón como era, se había calentado de lo lindo.
Pero ese 24 no había sido el primero. Unas jornadas antes Néstor Kirchner había visitado la ESMA con sobrevivientes. Hay una foto. Hay varias. Pero hay una que me impacta especialmente. Él no va primero. Camina en una segunda fila. Es un grupo compacto pero sin protocolo, desordenado se puede decir. A su derecha está Eduardo Luis Duhalde y a su izquierda Lila Pastoriza.
Adelante van varios, pero la mirada que se destaca es la de Víctor Basterra, un obrero gráfico argentino que estuvo detenido-desaparecido en la ESMA y cuya historia es muy conocida porque fue quien se animó a sacar clandestinamente durante su cautiverio fotografías de otros detenidos y de represores para esconderlas y darlas a conocer cuando finalizara la dictadura. Iba Kirchner con no más de media docena de funcionarios y rodeado de sobrevivientes de ese infierno que iban a ingresar a ese lugar por primera vez luego de haber podido –quién sabe por qué loca razón de la lógica criminal de los asesinos- no ser parte de los tirados al río.
El 24 era la apertura oficial y literal y ese día, ese mismísimo día en que a la memoria se le hacía una muesca, en que al mecanismo de revisar el pasado se le daba cuerda para que empezara a funcionar, aparecía uno de los cadáveres que más conmocionó la vida política de la Argentina: “Matan a sangre fría a un secuestrado”, decía la portada. “Ejecutaron a sangre fría a un joven que habían secuestrado en Martínez hace seis días. Ayer apareció en un descampado, con los ojos vendados y un tiro en la sien”. El cuerpo muerto de Axel Blumberg aparecía en un descampado, pero era el primero que tiraban sobre el escritorio presidencial de los K.

Había un muerto. Había miles de muertos. Algunos muertos vivos que pretendían tener más vida que muerte encima y que por eso entraban a la ESMA. Pero habia un muerto que no venía de las catacumbas de la historia sino del día anterior. ¿Por qué al cadáver lo hacen aparecer un 23 de marzo? ¿Para garantizarse que comparta espacio con la apertura del más simbólico centro de detención de la Argentina? ¿Quién maneja los hilos? ¿Qué mensaje hay? ¿De quién es la Patria? ¿Quién tironea para no entregar ni un poquitito de ella?
Nunca pude evitar pensar que había una vinculación, un mensaje, un aviso: que los Derechos Humanos mientras fueran viejitas amorosas dando lástima en alguna que otra manifestación, no iban a sufrir inconvenientes. Es más, se iban a llevar tres cuartos de tapa y muchos lacrimógenos minutos de TV. Pero nada de andar metiéndose en serio, ni juzgar, ni sacar la basura de debajo de los pliegues. Mucho menos meterse con la vinculación económica de la tortura y ni que hablar de desmalezar. A ver si encima de todo, los que dicen que quieren justicia hasta quieren quedarse con la Patria.
No fue un 24, fue un 25. De mayo, de 2004. Me impactó. Llovía ese día y en la celebración no éramos tantos. Cerró Charly García y todavía iniciaba su versión del himno con el “Huid, mortales”. Porque, es cierto, la duda de quedarse aún se percibía. Pero no fue eso lo que me llamó la atención.
Hacía poquito que había sucedido esto que rememoro de la ESMA, el Salón Dorado se había abierto a los músicos, se dialogaba con piqueteros para atender sus demandas y para que los cortes y la protestas obtuvieran respuesta, se le respondía en público al diario La Nación y las paritarias salían del ostracismo. Es decir, habia signos importantes de un gobierno que pretendía hacer otra cosa. Pero ¿qué termómetro había de cómo todo eso se colaba entre “la gente”? ¿Encuestas? ¿Preguntando qué? Algo que podría considerarse una tontera fue lo que me despertó.
En los noventas, de esperanzas y futuro los pibes tenían poco: alguna referencia con el pañuelo blanco, los escraches y la universidad para hacer algún tipo de militancia, los menos; la nada, los más; y el espacio cobijante del rocanroll los que encontraban entre los acordes algo más que música. El súmmum de la celebración del estar juntos era el pogo. Y si era el más grande del mundo, pues ni que hablar. Esa era una patria: La patria ricotera.
Por eso lo que sucedía abajo del escenario de ese 25 de mayo de 2004 llamó poderosísimamente mi atención: el pogo, a la política, los pibes se lo prestaban en un Ferro de las Madres pero no mucho más. Entonces, ¿cómo era eso de ofrendar la danza tribal de quienes sólo confían en que el de al lado los va a sostener para no irse al suelo, a la fiesta de un Presidente? ¿Qué hierro duro se estaba torciendo para que cientos de pibes hicieran pogo en una fiesta oficial y con el himno? ¿Qué “microgesta colectiva” –como la llamó Sandra Russo cuando compartí con ella esta impresión- se estaba gestando?
Un detalle muy menor, pueden pensar algunos. Los de ojo avivado y que no vimos los noventas a través de un televisor, notamos que algo se estaba forjando. Sin nombre, sin eje, sin bandera. Pero los pibes estaban poniéndole baile a lo que se estaba pariendo: una patria en la que íbamos a poder entrar todos y en la que también iba a estar permitido bailar.
No lo tuve tan claro en aquel momento, por supuesto que no. 2008 y el tironeo acerca de quién cuernos es la Patria hizo el recorte más profundo. La celebración del bicentenario selló a fuego y puso bordes a la cuestión y que millones se vuelquen a las calles cada 25 de mayo ha vuelto indiscutible que aquella palabrita enjaulada y apropiada hoy es un poquito más compartida.
“Hoy les ganamos la cultural. Hoy los quebramos”, cuenta Máximo que le dijo su padre a la vuelta del festejo central cuando ya estaban en Olivos. Él, que se había cansado de burlarse de su esposa y de cómo ella estaba en cada detalle de la conmemoración por los 200 años de la Revolución de Mayo.
Pero, ¿y la bandera de los Derechos Humanos? ¿Cómo juega en todo esto? Pues la certeza de la costura, de la puntada y el hilo la tuve estos días. Y como la mayoría de las certificaciones, vino de la mano de un detalle, de lo que ocurre como a un costado del centro del escenario; eso que se hace para que modifique la escena principal pero sin que sea del todo percibido.
“Es cíclico”, explica él con esa cadencia tan particular que a veces lo hace parecer en trance. “Estas historias se repiten cícilicamente cada vez que escribo algo que molesta al poder”. Es que habían hecho saltar el cuento cuando escribió Robo para la Corona, cuanto publicó El Vuelo, cuando editó sus duras notas sobre Bergoglio -ya éste siendo Francisco- y ahora que señaló que los emperadores de la Corte Suprema estaban desnudos. Por esas casualidades del destino, a comienzos de este año el periodista Hernán López Echagüe publicó el libro El Perro, una especie de biografía del periodista –sin dudas- más importante de la Argentina actual. El subtítulo del volumen es “Horacio Verbitsky, un animal político”. Y antes del petit escandalete elaborado para promocionar una biografia no autorizada de HV escrita por un personaje tan menor y de los bajos fondos que se atrevió a robarle obras al inmenso León Ferrari, las palabras explicativas de Verbistky sobre el episodio con el cual ahora quieren caerle, ya estaban en el aire.
Lo acusaron ahora de haber colaborado con la Fuerza Aérea durante la dictadura, así. Repitieron lo mismo que ya habían dicho antes basados en un papel que se había salvado literalmente de una inundación de un metro y medio de mierda que copó el sótano del Instituto Nacional Newberiano y en un run run sobre el que también se había montado José Eliaschev en su momento con un “no tengo pruebas, PERO…”.
La historia es más larga, pero se puede resumir así: un hijo del Comodoro Juan José Güiraldes -un nacionalista retirado de la Fuerza Aérea en 1951- Pedro, está furioso con Verbitsky. Es uno de los que desde el grupo Aurora de una Nueva República defiende a los represores presos. Distan sus acusaciones de lo que sostiene su propio hermano Juan. Pedro toma un enojo anterior de un ex PC con una carta acusatoria publicada en Ámbito Financiero hace añares y montan sobre eso el relato de un HV socio de los militares. Y blanden un papel.
El recorrido del papel en cuestión -que el propio López Echagüe le mostró a Verbitsky y que éste desconoce, entre otros detalles no menores porque no lleva su firma- tiene una historia más que interesante. Cuenta López Echagüe en su libro que: “El profesor Salvador Roberto Martínez, presidente del Instituto Nacional Newberiano, me dice por teléfono: ‘Espero sepa disculparme, pero me ha sido imposible verificar la autenticidad del documento que usted me dejó. Ocurre que hace seis o siete años se inundó todo el sector de archivos. Fue muy triste. Libros maravillosos se perdieron entonces. Y también buena parte del archivo documental. Imagínese, un día llego al instituto y en ese sector encuentro todo inundado, un metro y medio de materia fecal. Había explotado el caño maestro de la cloaca. Entonces sólo puedo decirle que no tenemos apoyatura documental para corroborar la autenticidad del documento que nos dejó’”.
Al costado de la escena transcurre esta historia. De tan baja estofa que el grupo Clarín le hace tachín tachín pero desde los medios en los cuales la palabra se pierde. Ni una línea en la edición impresa, en la nave insignia, en el núcleo de las operaciones. Ellos también saben que todo lo dicho, denunciado y con lo que batieron el parche proviene -sin firma- de la explosión del caño maestro, de la cloaca, de un metro y medio de materia fecal.
¿Y por qué él? ¿Por qué se meten con él? Porque no pueden con él. Porque es preciso, riguroso e implacable. Pero sobre todo porque es un símbolo de que con este proceso político, los represores mueren en cárcel común; porque dejó avisado que estamos atentos a que tenemos “Cuentas Pendientes” con los civiles y porque es la prueba viviente de que en este momento político se pude caminar por la senda de la crítica sin que eso implique sacar los pies del plato.Y con eso se les cae todo el esqueleto argumental de que detrás de todo lo hecho sólo hay una claque de aplaudidores y choriplaneros que actúan por guita o por falta de razón.
Y porque no pueden contra miles que hoy pueden celebrar porque se han ganado la fiesta. Miles que saben que no han dejado la porquería debajo de la alfombra; miles que no revuelven los tachos de basura ni la mierda para discutir; miles a los que les gusta lo compartido, lo colectivo, la microgesta y la mega fiesta; miles que han aprendido a leer finito. Miles que ahora gritan Viva la Patria sin gesto autoritario y miles que saben que la Patria no es de uno. Miles que saben que la Patria somos todos.

lunes, 18 de mayo de 2015

Programa SF 160 - Juan Carlos Bayarri - 16 de Mayo de 2015

La papa en la Boca
Por Mariana Moyano
Editorial SF del 16 de Mayo de 2015.

“Sucia como una papa”, fue la descripción. Cortita, contundente y clara. La entiende el politólogo sueco que escribe su tesis de posgrado sobre la Argentina y que fuera tan protagonista de algunas columnas de Mario Wainfeld y también el don y la doña de la esquina. El autor de la perfecta metáfora no fue otro que el mejor esgrimista verbal que tiene el oficialismo y le fue dedicada a la blonda y fabuladora diputada nacional. Pero le va de perillas al jefe comunal que quiere ser Presidente, a ese que gracias a papá abrió la Boca, a ese que gracias a Boca alguno lo pudo tomar en serio, a ese que, incluso con la papa en la boca, armó la estructura necesaria para seguir dominando los hilos de Boca.
El del bigote más icónico del gobierno nacional, a éste, al que marketineramente se sacó el bigote, le dice de otro modo: “conejo negro”, le puso. “Porque ni los magos lo hacen trabajar”, dice. Pero le va lo de la papa, porque está sucio.
Sucio porque protagoniza y protagonizó hechos confusos y sobre los que pocos preguntan porque lo necesitan lavadito. Porque no tiene palabra clara para tragedias que se parecen demasiado a negligencia, en algunos casos, y en auto atentado y ocultamiento en la mayoría. Porque lo roza -y, si no lo taparan tanto, se vería con claridad el mecanismo- el manto de “yo no sé nada” sobre Beara. Porque se desviste y deja ver su xenofobia en su “Se enojan cuando uno va y los clausura” como toda explicación para el doble incendio intencional del taller de costura clandestino en el cual murieron Rodrigo y Rolando Mur, los dos nenitos calcinados, abrazados a su perro. Porque es aterrador su silencio frente al fuego de Iron Mountain, que consumió 5000 cajas de pruebas de evasión de sus amigos y socios de poderosísimas empresas que lo cuidan para llevarlo a la Rosada. Porque está procesadísimo, pero como lo ateflonan se puede hacer el gil. Puede hacerse el sonso tanto sobre el actual procesamiento como sobre aquel del 22 de enero de 2001 en que fue indicado como partícipe de contrabando agravado. Una Sala de la Cámara de Casación hizo un disparate jurídico: utilizó un régimen nuevo para un delito ya cometido y así salvó a Franco y a Mauricio Macri de una segura condena. Fue precisamente aquella salvación del actual líder PRO -de este jefe comunal que quiere ser Presidente, éste de la papa en la boca, el mismo que creó la estructura actual de Boca- la que hizo volar por el aire a la Corte menemista. Entre los cargos por los cuales se destituyó a Antonio Boggiano y a Eduardo Moliné O´Connor estuvo la obstrucción del proceso legal respecto de la investigación por presunto contrabando, por causar daños al Estado Nacional y por beneficiar al grupo económico de Franco y de Mauricio, que es Macri.
En este imbricado momento histórico, las propaladoras del discurso del poder real son al mismo tiempo, las constructoras de ese relato. Algo así como ser autor intelectual y, a la vez, narrador del delito pero que es presentado como cometido por un autor material externo estructura pergeñada por quien lo ideó.
Estas propagadoras de poder real lo quieren (lo necesitan, mejor dicho) de candidato ahora y de Presidente después. Le borran la UCEP, esa maquinaria de levantar pobres que no tienen más que la calle y sólo por eso, tortura y palo y rótulo de delincuente. Deslizan sobre un terreno borroneado a las Taser picaneadoras con las que el ingeniero quería dotar a la Policía Metropolitana, una fuerza constituida desde el bajo fondo de lo peor de la Federal, eso de lo que el Estado Nacional quiso deshacerse. Le quitan contacto con una estructura de poder policial y de seguridad casi paralela que Macri construyó para la ciudad, pero que tiene su núcleo de origen no en las decisiones de la vida público-política del actual jefe de gobierno sino en lo que fuese su trampolín: el club de la Rivera.
El procesado Jorge “El fino” Palacios está en el nudo del ovillo de una trama que se extiende desde el supuesto secuestro de Mauricio Macri a la brutal actualidad de la muerte de Alberto Nisman y el encubrimiento del atentado a la AMIA.
“Yo, al Fino Palacios no lo conozco porque participó en el secuestro mío o de mi hermana. Lo conozco desde 2002, cuando le pedí a Eugenio Burzaco (entonces jefe de la Policía Metropolitana) que consulte a los servicios de inteligencia (¡extranjeros!) sobre el mejor elemento de la policía”, escribe textual sobre dichos de Macri en su página de internet el periodista Walter Goobar. “En ese momento –continúa Goobarr- Macri preparaba su proyecto para desembarcar en la ciudad y ya promocionaba en su campaña la creación de una policía. Entre su secuestro en 1991 y su candidatura en 2002 había transcurrido más de una década, lo que excede cualquier margen de error involuntario. Según esta nueva versión, el Fino Palacios entró a la vida de Macri tan sólo en 2002, cuando perdió el balotaje contra Aníbal Ibarra. En 2002, Palacios aún revistaba en la Federal, de donde fue dado de baja en 2004, al conocerse su relación con Jorge Sagorsky, un reducidor de autos, quien luego fue condenado a seis años y seis meses de prisión por el secuestro y asesinato de Axel Blumberg”.
“Ante 40 dirigentes judíos Macri lanzó la nueva versión sobre su relación con el ex comisario caído en desgracia. ‘Perdí la elección y hubo un problema en Boca con los barrabravas y lo llamé a Eugenio y le dije por qué no lo probamos a Palacios’, explicó Macri. En 2004 Palacios seguía contando con buenos contactos con la DEA y la CIA a partir de su trabajo en la Triple Frontera y decidió aliarse con el enemigo del que lo había echado, y por eso aceptó convertirse en jefe de seguridad de Boca Juniors”. Cuando llegó al cargo de jefe de la ciudad, Macri no pudo aclarar las verdaderas razones para nombrar a Palacios, sobre todo porque éste ya estaba acusado de encubrimiento por el atentado a la AMIA junto con Carlos y Munir Menem, el ex juez Juan José Galeano y el ex jefe de la SIDE Hugo Anzorreguy.
Todos estos nombres han reaparecido en la escena pública con la muerte de Nisman y los hemos mencionado una, y otra, y otra vez. Y, así, personajes que permanecían entre bambalinas tuvieron luz de frente. Como los fiscales de los paraguas entre quienes figuran Raúl Pleé y Carlos Stornelli. Dos de los miembros de esa estructura paralela que Mauricio Macri armó casi como un mecanismo de seguridad multifunción y poli rubro: privado y público; de Boca a la Metropolitana.
Raúl Pleé es el Fiscal de la Cámara de Casación, es decir, la última instancia de los mortales locales antes de la Corte Suprema. En diciembre de 2000 fue él quien dictaminó en favor de que se rechace el recurso que presentó el Gobierno de Fernando de la Rúa para que la Justicia revise el fallo de los 20 condenados por el ataque al cuartel de La Tablada. Para Pleé no había “peligro de sanción internacional" a la Argentina. Claro, según él no iba a ocurrir lo que sucedió: que la Corte Interamericana de DDHH sentenció que el Estado Nacional había faltado a su obligación de investigar de “manera exhaustiva, imparcial y concluyente” la ejecución de José Alejandro Díaz e Iván Ruiz, investigación que habían llevado adelante (mal, a la vista de la máxima instancia de DDHH de América) Nisman, Sebastián Blanco Bermúdez (actual abogado de Stiuso) y él.
El periodista gallego Jon Sistiaga hizo para Canal Plus unos especiales sobre violencia en el fútbol. Y en el césped del campo de juego con las populares y plateas completas, a minutos de inicio de un partido, el reportero entrevista a un hombre que livianamente se presenta como “segundo jefe de seguridad de Boca”, alguien de quien Sistiaga dicen “echa una mano a su equipo los fines de semana, los días que no trabaja como fiscal”. Se trata del mismísimo Pleé, quien definió el accionar del jefe de la barra brava Mauro Martín como la de un “organizador”. “Ellos tienen una marca y con la marca La 12, comercializan y así financian sus viajes. Mauro es un organizador, sólo un socio con preminencia, pero no es el jefe de ninguna barra brava”, fue la impactante descripción del fiscal. Puede que a Heidi esta explicación la convenza. Sobre todo después del baño de ácido del jueves, día en el cual puse en duda aquello del Diego de que “la pelota no se mancha”. Porque me parece que sí, que se la enlodaron y que quedó sucia, porque hay sucios, sucios como papa.
Otro protagonista del aparato Macri/Boca es Carlos Stornelli. El vínculo de Stornelli con el barra Di Zeo es conocido y ya casi naturalizado. Stornelli siguió hasta hace poco como jefe de seguridad de Boca, incluso luego de una denuncia que –por este hábil poli rubro judicial/deportivo/policial/político que han sabido crear- se embrollara y quedara en esos atolladeros que tanto les gustan a muchos fiscales, a esos de la f de fuero federal.
El actual jefe de seguridad de Boca es Claudio Lucione, un ex comisario de la séptima y de la 17, echado por la entonces Ministra de Seguridad Nilda Garré; que fuera también delegado en Lomas de Zamora con estrecha ligazón con algunos de la feria de La Salada, denunciado por La Alameda por vínculos con algunos truchos de la ropa y que, llamativamente, estaba presente junto a Stornelli cuando se presentó públicamente el botón antipánico para la zona de Recoleta luego de que este barrio apareciera como territorio libre para las entraderas. Misteriosa y eficientemente, esta modalidad de robo desapareció de las primeras planas. Y al rato, no más, Lucione pasó a ser el encargado de la seguridad del club que preside Daniel Angelici.
Nada es muy claro si se mira con Lupa el presente y el pasado del intendente que –como otro lo hizo ya- quiere cruzar la Playa de Mayo y pasar de la jefatura de gobierno a la Rosada.
Mauricio Macri saltó a la boca de todos en 1991, cuando se conoció la información de que a punto de llegar a su casa de la calle Tagle fue secuestrado. Se trató todo de una situación tan increíblemente irregular que cualquiera que conoce los detalles no tiene más alternativas que hacerse molestas e incómodas preguntas, cuyas respuestas no dejan bien parado al jefe PRO.
“¿Cómo una persona que pasa 14 días en una habitación muy reducida bajo tierra y sin ventilación presenta ese aspecto vital que presentó Mauricio Macri, a quien además se lo notaba seguro y tranquilo? (…) Si bien aseguró que fue liberado en Lomas de Zamora y allí tomó un taxi de alguna de las paradas existentes, entre los 14 que se encontraban de guardia en ese momento, ninguno de ellos se identificó como el que lo llevó hasta Florida y Paraguay donde se reencontró con su hermano Gianfranco. ¿Por qué no fue directamente con el taxi a la casa de algún familiar o amigo, si no estaba dispuesto a enfrentar a la prensa de guardia frente a la residencia de su padre? ¿Por qué el miércoles hubo un festejo en Eduardo Costa 3030 si lo liberaron a la madrugada del viernes? ¿Por qué entró en la casa de incógnito, cuando el reencuentro con la libertad era motivo de euforia lógica y propia?”, se preguntaba la revista Noticias en su edición del 8 de septiembre de 1991.
“Una historia por contarse” fue el título de la nota de Clarín del 21 de noviembre de 1991 y escribieron en esa crónica: “Alfred Hitchcock no hubiese tenido que esforzarse demasiado para escribir otra gran obra de suspenso si hubiese estado en la Argentina durante los pasados meses de agosto y setiembre. Es que la historia del secuestro de Mauricio Macri, la angustiosa espera y el feliz desenlace respondieron en todo a los requerimientos del género. Aún hoy a tres meses del hecho, la opinión pública guarda para sí una sensación de sospecha acerca de lo que realmente sucedió” (…)
“Mientras el oficialismo atribuía la liberación a la presión ejercida por la Policía, Francisco Macri vinculaba el feliz desenlace a la estabilidad económica lograda por la administración Menem, todo esto a pocas horas de las elecciones. Desde entonces siguieron flotando una cuantas dudas sobre el episodio. Mauricio contó una y otra vez los detalles de su cautiverio y se presentó a declarar ante la Justicia en dos oportunidades. También aparecieron algunas contradicciones en sus declaraciones –acerca del lugar en que fue dejado en libertad, por ejemplo- y varias curiosidades, como su excelente estado, a pesar de los días de cautiverio ‘en un sótano’, según él mismo dijo”.
Todos estos interrogantes no pudieron ser respondidos, pero nadie alzó la voz. Era un año electoral y el menemismo y sus socios se caracterizaron por instalar el siga-siga futbolístico en la vida cotidiana. El menemato ya estaba construyendo su andamiaje legal, económico y cultural y ninguno de los beneficiarios podía poner esos beneficios en riesgo.
Casi nadie conoce a Juan Carlos Bayarri. Cuenta el abogado Rodolfo Yanzón, un histórico abogado patrocinante en juicios de lesa humanidad, que “Conocí a Bayarri caminando los pasillos de los tribunales federales.(…) Este ex suboficial de la Policía Federal Argentina –que se retiró de la fuerza con el grado de sargento primero- es verborrágico a la hora de contar las peripecias que lo tuvieron como involuntario protagonista, que describen bastante la promiscua relación entre jueces y policías, el grado de corrupción, criminalidad y complicidad que se desprende de sus acciones y que sus legajos encubren. Este ex suboficial habla con orgullo de los momentos que vivió como custodio del Presidente Salvador Allende, cuando estuvo en Buenos Aires para la asunción de Héctor Cámpora
“Bayarri fue una de las víctimas de la institución, integrándola y también del aparato judicial, que la encubre.(…) Fue arbitrariamente detenido por policías que luego lo torturaron en uno de los lugares que fue centro clandestino de detención durante la última dictadura (…), el Olimpo. “La complicidad de miembros del Poder Judicial de la Nación hizo posible que el cautiverio de Bayarri se prolongara durante 13 largos y penosos años. (…)
“El 18 de noviembre de 1991 comenzó el calvario de Bayarri. Involucrado en el secuestro de Mauricio Macri, lo acusaron de pertenecer a la ‘banda de los comisarios’. (…) En 1994, al no obtener respuesta del Estado Argentino, Bayarri presentó denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
“Todo ocurría en medio de versiones sobre un auto secuestro, con la ayudita de comisarios de PFA –algunos terminaron socios de Macri en el armado de su ‘policía de seguridad’- como Vicente Palo –defendido por un abogado de la PFA, como si se tratara de un acto de servicio- y Carlos Sablich –que tuvo entre sus abogados a Ricardo Saint Jean, de la autodenominada Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia, que aboga por la libertad de los militares que participaron en crímenes de lesa humanidad. El primer jefe de la Policía Metropolitana, el Fino Palacios, fue asiduo visitante de los policías implicados mientras estuvieron privados de libertad por estos hechos. (…)
En 2004, la Cámara Federal absolvió a Bayarri por los crímenes por los que estuvo detenido arbitrariamente. El 30 de octubre de 2008 la Corte Interamericana dictó sentencia dándole la razón y constatando que había sido víctima de torturas por parte de agentes policiales”.
El Tribunal Oral N° 19, compuesto por Horacio Barberis, Raúl Llanos y Alberto Ravazzoli en la causa caratulada "privación ilegal de la libertad agravada y tormentos", en perjuicio de Bayarri y su padre, Juan José, ya fallecido, condenó en 2014 a los ex comisarios de Federal, Sablich y Carlos Jacinto Gutiérrez a 16 años de cárcel por torturar a dos policías de la fuerza para que confesaran haber participado en el secuestro de Macri. En tanto, el ex secretario judicial Albano Larrea obtuvo una pena de 3 años por encubrimiento y fueron absueltos Alberto Alejandro Armentano, por el beneficio de la duda, y Julio Roberto Ontivero, por falta de pruebas.
Ontivero es primo de Carlos Ontivero, una especie de secretario y mano derecha del Fino Palacios. Fue jefe de Ciro James en la Policía Metropolitana. Por esas casualidades extrañas que rodean la vida del jefe de gobierno, Julio Roberto Ontivero era jefe de Triple Frontera en momentos en que se armó contra Bayarri una causa por falso testimonio. El testigo clave fue un hombre de apellido Leguía, casualmente, un informante del Fino Palacios. Éste hombre declaró y responsabilizó a Bayarri ante el entonces juez Horacio Gallardo, un magistrado con jurisdicción en Misiones. Este mismo juez, junto con su colega José Luis Rey, fueron los que autorizaron las escuchas ilegales que involucraron a James, que hicieron saltar por los aires el cargo de Palacios y que llevaron al procesamiento de Macri. Gallardo murió destituido y Rey pasó a la fama como el juez prófugo.
Las historias de Bayarri, el fino Palacios y Macri volvieron a cruzarse en esa Misiones tan asociada a la tierra colorada a los yerbatales, provincia en la cual el jefe de gobierno en sociedad comercial con Enrique Nosiglia y Ramón Puerta hizo más grande su fortuna. Ese no es suelo de tubérculos y no es a eso a lo que se dedica el jefe PRO, pero pese a que comercialice otro producto, a veces cosecha lo que siembra y tal vez sea por eso que estos días se notó que andaba demasiado cerca de la mugre. Puede que sea porque está sucio, sucio como papa. 

sábado, 9 de mayo de 2015

Programa SF 159 - Hebe de Bonafini - 9 de Mayo de 2015


Esa y Esta Mujer
Por Mariana Moyano
Editorial SF del 9 de Mayo de 2015

Más directa no pudo ser. Fue brutal, vertical y, para algunos, hasta autoritaria. “Esta huelga que le están haciendo al peronismo, es una huelga contra el movimiento obrero, una huelga contra ustedes mismos. Escuchen bien, compañeros, el que le hace una huelga al peronismo es un carnero de la oligarquía. Hacer una huelga a Perón es trabajar para la anti patria. ¿Saben quién define esta huelga? El diario La Prensa. ¿Qué pasó? ¿Se volvieron socialistas los Gainza Paz, que se llevan la vaca en el barco cuando van a Europa? ¿O será que ciertos obreros obtusos les están haciendo el juego a los enemigos del pueblo? Una huelga obrera apoyada por el diario de la oligarquía… ¿Pero dónde se ha visto? Por última vez compañeros, levanten esta huelga. Después no digan que no les avisé. Porque si hay que dar leña vamos a dar leña compañeros, caiga quien caiga y cueste lo que cueste”, cuenta la ficción que Esa Mujer les dijo a los ferroviarios que estaban a punto de ir al paro. Relata la película que un par de hombres, un peronista y un socialista , ahí, de cara a ella, recogieron el guante y que ella les respondió con vehemencia y bravura a los dos. No sorprende.
“La libertad está presa por usted y sus compañeros”, le mandó a Ricardo Lorenzetti. “Yo pienso que si le queda algo de dignidad –dijo después- tiene que irse. Un tipo que está haciendo lo que está haciendo, con esa prepotencia de reelegirse... Dios me libre y me guarde si algunos de nosotros hubiese hecho un disparate como éstos”. Estuvo durísima, pero ya los había carajeado de lo lindo en 2010, en aquella nochecita todavía de invierno del batallante 2010 de plena pelea por constitucionalidad de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, frente al Palacio de Tribunales: “Estamos acá para defender la patria, esa patria maravillosa que nos dejaron nuestros hijos”, arrancó. Y bramó después: “¿Qué les vamos a decir a estos turros de la Suprema Corte? Y, turros, por ser buena, ¿Qué les vamos a decir a los que hicieron posible la tortura y la muerte? A la Suprema Corte, que no sé por qué es Suprema y por qué es Corte, y por qué carajo están en un Palacio. A los de la Corte, que no les quiero decir señores, a esos turros: que alguna vez piensen en el pueblo, que es el que tiene que determinar y no ellos. ¿Qué le van a dejar estos turros a sus hijos? La herencia de la dictadura. Arranquémosle a la Corte la decisión que es nuestra. Y si tenemos que tomar el Palacio de Tribunales, tomémoslo. Si la ley no sale, hay que arrancársela, con toda la fuerza que tiene el pueblo. Mañana me cago en Clarín y en La Nación. Que digan lo que quieran, yo no voy a ser ni moderada, ni educada. Voy a ser una mujer del pueblo que defiende al pueblo”. Demuestra el libro “Seguir pariendo”, ese volumen que reúne ese y otros de sus discursos, que en la Navidad de 2012 un hombre recogió el guante; un entonces miembro del Supremo Tribunal prologó la recopilación de arengas y disertaciones de Esta Mujer y lo hizo con unas bellas, conmovedoras y trascendentes palabras. “En estos improvisados discursos –escribió- plagados de expresiones imprudentes, políticamente incorrectas, descomedidas, está el testimonio de una lucha por las palabras claras. A diestra y siniestra reparte improperios para despertarnos a cachetazos, constante y progresivamente, durante décadas, como una de las figuras destacadas del movimiento que, finalmente, impidió que nuestra historia adoleciera del bache más terrible del siglo pasado”.
    “Si hemos heredado unos cuantos pecados históricos que nos falta esclarecer, al menos este, el más terrorífico del siglo XX, no se lo legaremos a las generaciones futuras, y eso se lo deberán al movimiento de madres, abuelas, hijos, del que (ella) es una de sus figuras emblemáticas”.
    “Y no es menos significativo que esta herida histórica sea cicatrizada por la acción valiente y constante de mujeres, que levantaron su grito de alarma, protesta y lucha pacífica emergiendo de la mitad de la especie subyugada milenariamente por el patriarcado (…). Esto lo saben muy bien quienes llevan adelante un esfuerzo constante procurando desacreditar(la), arrojando productos escatológicos que el viento de la historia les devolverá por siempre”.
    “No puedo evitar escribir estas líneas, no puedo eludir el compromiso en que (ella) me coloca, porque mucho más allá de las diferencias en adjetivaciones o valoraciones, veo el mismo mundo que ella descubre sin medias tintas y, sobre todo, me identifico plenamente con su reclamo de lenguaje claro y, más aún, con su angustia existencial. Si faltase a este deber ético elemental, me sentiría en serio un verdadero turro”. Y no firmó como miembro del más alto Tribunal de Justicia de la Nación, sino como a él más le gusta: E. Raúl Zaffaroni, Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires”. Es más, el más veterano miembro de esta Corte hasta le hizo una humorada sobre ella, un martes de acordada: “Mire lo que anda diciendo su amiga de nosotros, dice que somos unos turros”. Él sólo sonrió; de costadito, como suele hacerlo cuando calla para decir más que si hablara.
Ella nació el 7 de mayo de 1919 en la provincia de Buenos Aires en un hogar humilde y en épocas en las cuales ser hija de una “familia no constituida” era la condición suficiente para que el estigma de “bastarda” se lo clavaran como alfileres sobre su historia. Odio es lo que esa palabra posee como sello de origen, aunque no más que la celebración del cáncer por parte de sus enemigos, cuando la enfermedad la consumía desde sus propias entrañas. Fue un cadáver inhallable durante décadas. Hoy, el siglo XX, en el mundo, no se entiende sin su existencia.
Ella nació un 4 de diciembre de 1928 en un hogar humilde de un pueblo trabajador de la provincia de Buenos Aires, en épocas en las cuales las mujeres tenían destinada la cocina, alguna que otra decisión dentro de sus hogares y la más absoluta invisibilidad en la vida pública de la todavía no-República. “Algo habrán hecho”, le clavaron como estigma sobre la incertidumbre de dónde y cómo exactamente terminaron sus días sus dos hijos varones. Odio y decisión política ajustada fue la razón por la cual le arrancaron de sus entrañas lo que su vientre había cuidado. “Loca”, fue la mochila con la que cargó durante años mientras le aguantaba la parada a la muerte y a eso en lo que se estaba convirtiendo. Fue la tradición de una generación diezmada que oprimió como una pesadilla el cerebro de los vivos. Hoy, el siglo XX, en el mundo, no se entiende sin su existencia.
Esa mujer, que siempre renegó del feminismo, le otorgó a las mujeres el derecho que algunas habían soñado y propuesto pero que nadie había logrado se corporizara como acto y hecho en la vida política de la Argentina.
Esta mujer, que siempre renegó del feminismo, convirtió a la maternidad en el acto más político de la historia argentina, sacándolo del sitial de naturaleza que le han dado por siglos los higienistas, los burros, los dominadores y el patriarcado.
Esa mujer fue odiada por lo más patricio de la sociedad local, ofendida por su condición de hija no reconocida por las damas de alta sociedad, despreciada y muchas veces injuriada por la izquierda socia del embajador Braden.
Esta mujer fue detestada por lo más patricio de la sociedad local; fue ofendido su símbolo, ese pañuelo pintado en la Plaza de Mayo, por las damas de alta sociedad; fue despreciada y desoída por décadas y su imagen prendida fuego por la izquierda que hoy, si pudiera, no dudaría en ser socia del embajador Braden.
De Esta mujer, Esa mujer no dijo nada. Porque no la conoció. Porque tanto vivaron al cáncer que éste hizo su trabajo rápido y se la llevó pronto. De Esa mujer, Esta mujer primero dudó, porque Esa Mujer era la mujer de un militar. Hasta que la conoció, por relatos, por historia, por lecturas, porque se abrió, porque se desenojó, por amor. Y escribió: “Es difícil decir algo sobre (ella), algo que no se haya dicho. Es difícil pensar que en tan pocos años hizo tanto, que era tan jovencita y que había decidido tantas cosas, que el pueblo llegó a amarla con desesperación en poco tiempo. ¿Qué espíritu impulsaba a esa mujer? ¿El amor a Perón? ¿El amor a su pueblo? ¿Qué sería lo más grande? Son preguntas que todavía nos tenemos que hacer porque son demasiados pocos años para tanto que hizo”.
“Deslumbró a los europeos; la amaron los más pobres; la odiaron los más ricos: todo en tan poquitos años. Era hermosa, bella, firme, erguida, seria; impactaba su figura. Deslumbrante para los grandes salones y la más humilde para estar con nosotros. (…) Cuando ella murió, no hubo en el mundo a nadie a quien se llorara tantos días: 14. Y se cortó porque hubo que terminarlo, pero, si no, hubiera seguido (…) Dijo cosas maravillosas y me voy a tomar el atrevimiento de transcribirles algo que ella escribió, para que los que no la conocen o no la conocieron, la conozcan un poco más: `Nosotros somos un pequeño pueblo de la tierra, y sin embargo, con nosotros Perón decidió ganar frente al imperialismo capitalista nuestra propia justicia y nuestra propia libertad. Y somos justos y libres´”.
Esa mujer tuvo un nombre corto y los que la aman la llaman por el diminutivo. Hay quienes la prefieren con rodete y están los que la intuyen más peleona con el cabello al viento. Esta mujer tiene nombre corto y casi siempre un paño blanco en su cabeza, pañuelo que fue pañal y hoy es bandera.
Fueron ofendidas, burladas, maltratadas, golpeadas, insultadas, desacreditadas, maltratadas, humilladas e injuriadas. A una, llegaron a denigrarle su propio cadáver embalsamado. Y lo desaparecieron por años. Lo guardaron, lo escondieron, para desaparecerlo; para que desaparecido, se lo pudieran apropiar.
Ese hombre escribió el más fantástico cuento que habrá de ser escrito jamás sobre Esa Mujer: “Algún día (pienso en momentos de ira) iré a buscarla. Ella no significa nada para mí, y sin embargo iré tras el misterio de su muerte, detrás de sus restos que se pudren lentamente en algún remoto cementerio. Si la encuentro, frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor se alzarán, poderosas vengativas olas, y por un momento ya no me sentiré solo, ya no me sentiré como una arrastrada, amarga, olvidada sombra. (…)
“-Esa mujer -le oigo murmurar al coronel-. Estaba desnuda en el ataúd y parecía una virgen. La piel se le había vuelto transparente. Se veían las metástasis del cáncer, como esos dibujitos que uno hace en una ventanilla mojada.
“El coronel bebe. Es duro.
“-Desnuda -dice-. Éramos cuatro o cinco y no queríamos mirarnos. Estaba ese capitán de navío, y el gallego que la embalsamó, y no me acuerdo quién más. Y cuando la sacamos del ataúd -el coronel se pasa la mano por la frente-, cuando la sacamos, ese gallego asqueroso...”
Fueron ofendidas, burladas, maltratadas, golpeadas, insultadas, desacreditadas, maltratadas, humilladas e injuriadas. A la otra le denigraron su ser y pretendieron volver cadáver su vida aún viva. Y le llevaron a los dos y se los desaparecieron.
Fueron ofendidas, burladas, maltratadas, golpeadas, insultadas, desacreditadas, maltratadas, humilladas e injuriadas. Pero el siglo XX, en el mundo, no se entiende sin su existencia.
En sus “expresiones imprudentes, políticamente incorrectas, descomedidas, está el testimonio de una lucha por las palabras claras. A diestra y siniestra” (repartieron) improperios para despertarnos a cachetazos, constante y progresivamente, durante décadas”.  Y no es poco “significativo que” muchas heridas históricas sean “cicatrizada(s) por la acción valiente y constante de mujeres, que levantaron su grito de alarma, protesta y lucha pacífica emergiendo de la mitad de la especie subyugada milenariamente por el patriarcado (…). Esto lo saben muy bien quienes llevan adelante un esfuerzo constante procurando desacreditar (las), arrojando productos escatológicos que el viento de la historia les devolverá por siempre”.
Cuando se hable de la mierda, se hablará de ellos y no de Esa o de Esta Mujer que, paradas estoicas -una con arnés para pasearse entre sus descamisados, la otra envalentonándose a medida que la máquina de la muerte y el desasosiego pretendía debilitarla- les ganaron a los velos y a la bruma que expanden quienes quieren borrar la historia. Se atrevieron a poner sus propios mundos patas para arriba y el giro en redondo fue para todos. Pasaron por sobre la desaparición y ya tienen sitio en el lugar al que no acceden ni los anti patria ni los turros. Y mal que les pese a todos Esos, Esa y Esta mujer lograron que el siglo XX, en el mundo, no se entienda sin sus existencias.

martes, 5 de mayo de 2015

Programa SF 158 - Alejandro Barrios - 2 de Mayo de 2015


Trabajo sucio y trabajo esclavo.
por Mariana Moyano
Editorial SF del 2 de mayo de 2015

Fue un notición; una alegría explosiva provocó saberlo: los jóvenes argentinos cuyas fotografías habían sido tapa de diarios porque estaban perdidos luego del terremoto en Nepal, pudieron comunicarse con sus familias y se encuentran en buen estado. Los hermanos Ganza y la pareja Ezequiel Ratti y Camila Lavalle que estaban de viaje por aquella lejana Asia, aparecieron con vida y sanos luego del sismo que arrasó a Katmandú.
Las 24, 36 horas de incertidumbre conmovieron no solamente a sus familias. La fotografía de estos jóvenes en las portadas nos los acercó, la catástrofe nos conmovió y cualquiera de más o menos buena madera deseó que aparecieran y que pronto pudieran abrazar a sus familias y amigos que, seguro, no pegaron un ojo de domingo a lunes.
La fotografía, el nombre propio, alguna característica particular y personal, cierto dato de sus vidas íntimas son elementos que logran que una crónica pase de un texto lejano a información; que provoque empatía, proximidad; contacto, conexión, un vínculo.
No tuvieron la misma suerte los dos pibes muertos en el incendio de Flores. No pudo lograr lo mismo la familia del chico de 13 que murió el mes pasado en la villa Rodrigo Bueno tras caer en un pozo ciego al que la ambulancia tardó en llegar más de 40 minutos. No le fue ni parecido al chiquito de 9 que quedó acurrucado bajo la mesa en medio de un tiroteo de bandas y con la Gendarmería sin accionar. No les sucedió nada similar al hombre que sufría de epilepsia y falleció en 2011 en la villa 31 porque ambulancia y médicas se negaron a ingresar al barrio. No ocurrió nada ni parecido con los bomberos que, para cumplir con su labor, dieron su vida cuando la trampa financiera internacional junto al caranchismo local incendió el depósito de Iron Mountain. No fue ni comparable lo que se cubrió sobre el incendio de marzo de 2006 en Luis Viale 1269, en Caballito, donde murieron 6 personas, de 25, 15, 10, y 4, 4 y 3 años.
No tuvieron la misma suerte, en primer y fundamental lugar porque los argentinos que estaban en Nepal cuando tembló la tierra están vivos y los protagonistas de estas otras catástrofes -que no son naturales- ya no están entre nosotros. No gozaron de la misma fortuna, además, porque en menos de 24 horas supimos los nombres y conocimos los rostros de los jóvenes viajeros, pero casi nadie –a menos que se haya tomado el trabajo de ir a buscarlos- conoció datos precisos de Rodrigo Menchuca y Rolando Adair, los dos primos que se encontraban en el sótano de la casa de Flores cuando ocurrió el incendio. Apenas un par de personas debe saber que, por ejemplo, asistían a la escuela Provincia de la Pampa.
Me atrevería a apostar a que una decena sabe que el pibe que murió en la Rodrigo Bueno se llamaba Gastón Arispe Huaman, que tenía muy buenas notas en la escuela y que murió porque la ciudad incumplió con la ley de urbanización.
No creo que demasiados sepan que Kevin Molina tenía una sonrisa bella y unos ojazos picarones y que –como escribieron los sabios de La Garganta Poderosa- “tenía 9 años, de luz, de risa, de paz”; que quedó “aterrado y meado y acurrucado como cada vez que lanzan para estos lados las batallas que digitan desde sus barrios privados”; que “para no ver nada, se mantuvo escondido debajo de una mesada” y que un tiro del enfrentamiento le dio directo en su cabecita.
Estoy convencida de que algunos están informados de que a las médicas del SAME, Eva Celia Rodríguez y Marcela Susana Tela, acusadas de abandono de persona seguida de muerte, les dieron tres años de inhabilitación en un fallo con gusto a poco pero histórico porque por primera vez en la Ciudad de Buenos Aires se condena a médicos por no brindar atención a una persona por vivir en una villa. Pero me juego que casi nadie sabe que el hombre que murió en aquel episodio de desidia, odio y discriminación se llamaba Humberto Ruiz y que le decían “Sapito”.
Pocos se acuerdan -porque pocos se ocupan de recordarlo, además– que en el incendio intencional de Iron Mountain perdieron la vida siete bomberos, dos miembros de Defensa Civil, un joven voluntario de 25 años. Para ocultar las 5 mil cajas de fraude, se cargaron a Facundo Ambrosi, a la subinspectora Anahí Garnica, de 27 años, madre de una nena y miembro de la primera promoción de mujeres en la Superintendencia de Bomberos y a Damián Veliz, Eduardo Conesa, Maximiliano Martínez, Juan Matías Monticelli, Leonardo Arturo Day, Sebastián Campo y Pedro Baricola. Sus nombres no son bandera de indignación ni espada en la nuca de quien debe llevar adelante las averiguaciones judiciales.
Sólo un par de memoriosos deben recordar con precisión que el 30 de marzo en otro taller de costura clandestino, en Caballito, un incendio se llevó la vida de Juana Vilca Quispe, de Elías Carbajal Quispe, de Rodrigo Quispe Carbajal, de Harry Rodríguez Palma, de Wilfredo Quispe Mendoza y de Luis Quispe, de 25, 15, 10, 4, 4 y 3 años y que todos ellos eran bolivianos.
Trabajadores y niñitos que para el relato dominante o no están o aparecen en la narrativa con confusas y desordenadas responsabilizaciones. Es armado así no por falta de profesionalismo, sino para que no quede claro, para que el candidato que por ahora les conviene siga ateflonado. La sobreinformación para confundir y la disección informativa para que no linkeemos. Martes 28 de abril, La Nación en su edición de papel. El título principal no lleva letras, es una foto del pre candidato PRO más votado en una imagen de Conversaciones de La Nación TV. Abajito: “Macri y Larreta buscan asegurar los votos propios para evitar el ballotage” y más abajo aún; “Un taller clandestino, mortal para dos niños”. “La mafia de los talleres ilegales, fuera de control” fue la generalidad con que presentó el tema el diario más leído. No les faltó casi nada para titular con algo así como “El fuego se cargó la vida de dos nenitos”, en línea con aquella piedra basal del cinismo militante del “La crisis causó dos nuevas muertes”.
En el andén del subte hay una leyenda para quienes están esperando montarse a la formación: “Esperemos siempre detrás de la línea amarilla”, dice lo escrito en el suelo. Hago caso a la indicación pero arriesgo que ahí hay una parte importante de la respuesta del triunfo el domingo 26 de abril: todos hicimos caso y nos quedamos esperando detrás de la línea amarilla. Tanto para oponernos -al fenómeno que monstruosamente es hoy por hoy además de triunfador y gobernante, hegemónico en la ciudad-, como para analizar el porqué de ese haber ganado. No alcanza, como escribió Amilcar Salas Oroño con “escupir al gorila”.
En los barrios donde murieron Rodrigo Menchuca y Rolando Adair, Gastón Arispe Huaman, Kevin Molina, Humberto Ruiz, Facundo Ambrosi, Anahí Garnica, Damián Veliz, Eduardo Conesa, Maximiliano Martínez, Juan Matías Monticelli, Leonardo Arturo Day, Sebastián Campo, Pedro Baricola, Juana Vilca Quispe, Elías Carbajal Quispe, Rodrigo Quispe Carbajal, Harry Rodríguez Palma, Wilfredo Quispe Mendoza y Luis Quispe triunfaron los globos multicolores y la ideología amarilla.
Hay un núcleo duro de 30, 35, 40%, si quieren, de furia cacerola, de odio racista, de esos que quieren matar a la yegua y callarnos de un bollo a todos nosotros; que quieren que de un día para el otro se acaben la AUH, el PROCREAR, el PROGRESAR y todos los programas que ni saben cómo se llaman pero que conocen perfectamente de quiénes se ocupan; que de inmediato seguirían o volverían a pagar en negro a las personas que hacen los quehaceres de sus casas y que no detestan tanto al demonio como al peronismo actualmente en el gobierno nacional. Pero sería ceguera, un enojo que no conduce a ningún lado o una importante miopía analítica pensar, suponer o creer que todos los que metieron la boletita PRO en la urna son eso. Sería, justamente, quedarse esperando detrás de la línea amarilla. Hay que hacer plano corto sobre la línea y sobre la madeja amarilla, empezar a desatarla y llegar al ovillo para entender de qué va la labor de los que siguen a Mauricio Macri en esos sitios donde se supone que la más mínima conciencia en sí o para sí (no importa cuál) impediría que alguien se suicide cruzando la raya y tirándose del andén o sufragando de esa forma.
“Trabajo sucio” es el título de la nota del siempre riguroso periodista David Cufré publicada en el diario Página 12. Su texto me despierta una de las que creo grandes preguntas político-electorales para la ciudad de Buenos Aires: ¿por qué es a veces tan complicado darle carnadura a una política nacional en la metrópolis a veces tan rabiosamente amarilla? ¿Por qué a la ideología cuesta tanto construirle mordiente –imagen de una querida compañera santafesina- en la últimamente excesiva autónoma ciudad? No es una respuesta acabada, pero hay un dato que vincula el fuego, el desconocimiento y el triunfo del discurso que sólo surfea mientras cava hondo para meterse de cuajo en la zona donde se echan raíces profundas: cuando en 1994 –reforma de la Constitución mediante- se descentralizó todo menos el ajuste, las atribuciones de la policía del trabajo quedaron a cargo de las provincias y salieron de la esfera nacional. La Nación sólo conservó la tarea de inspección en seguridad social y, como si fuera poco, la ciudad de Buenos Aires apenas si le otorga al área de trabajo el rango de subsecretaría, la de Trabajo, Industria y Comercio.
Dice Cufré: “La aplicación de políticas de desprotección de los trabajadores durante los gobiernos de Menem y la Alianza contó con la asistencia técnica –y la presión política– del FMI. Esa influencia persiste al día de hoy como una huella en la institucionalidad argentina: de las 24 jurisdicciones que componen el país (…), sólo en nueve existe un Ministerio de Trabajo propio. (…) El dato por sí solo puede ser irrelevante si hay voluntad política de resolver los conflictos e inequidades del mundo del trabajo, pero en la foto de la Argentina 2015 no es el caso en varias provincias. Una muestra extrema de ello ocurrió esta semana con el incendio de (…) Flores (…). El hecho puso en evidencia la debilidad de la fiscalización estatal, que en el distrito gobernado por el PRO es motivo de reclamos permanentes. Mauricio Macri dejó en claro que la lucha contra los abusos empresarios no figura entre sus objetivos centrales de gestión”. “Se enojan cuando uno va y los clausura”, dijo el candidato PRO. "Murieron 2 chicos porque el gobierno nacional nos pone trabas y no nos deja devolver a esa gente a sus países de origen", publicó el martes 28 de abril el medio digital “El corunio” que había dicho el jefe de gobierno.
Un jefe de gobierno ateflonado hasta límites desconocidos incluso por el diario campeón de las operaciones periodístico/políticas.
Trabajo sucio es el que hacen con el cinismo vuelto nota editorial en la edición de hoy. Los potenciales, esta vez, fueron mandados al rincón junto con los nombres propios y las afirmaciones vagas y las generalidades ocupan espacio, cosa de que quede bien tapadito el dato que puede permitir, a todos quienes votan, ver lo que ocultan.
“Las autoridades y la justicia”, “una zona liberada a la ilegalidad desde hace un par de décadas”, “zona porteña pero no la única en el país”, “la gente se indigna con las muertes, pero debiera ser natural indignarse con la causa: el negocio de la venta ilegal de ropa” que tiene lugar según el editor firmante en “la avenida Avellaneda y La Salada”. Cheeky y Awada, bien gracias. Son de los nombres propios que es mejor hacer desaparecer.
El incendio calcinaba los cuerpos de Rodrigo y de Orlando mientras se terminaban de abrir las urnas. Duele, molesta, incomoda, enfurece e indigna a cualquiera que tenga media fibra de buena gente. Pero enfurecerse, indignarse, enojarse, molestarse con el voto sin complejizar, sin acercarse al análisis, sin intentar un por qué interrogador para lograr buen diagnóstico, es de comentarista, es de descriptor de lo estático.
Quienes pretendan –pretendamos- cambiar el estado de ciertas cosas deberán –deberemos- desmadejar, destejer la compleja urdimbre amarilla, conocer la textura y desarmar su armazón para ir al corazón de ese 47 por ciento de aceptación con robustez, carnadura y vigor en la propuesta. Hincar, ahondar hasta que la convicción se vuelva acto. Porque indagar en el voto para lograr convencer e increpar cuando consideremos equivocada la premisa del sufragio es bien diferente de andar a los gritos sopapeando votantes.
Hay un agujero, un hueco grande entre el núcleo duro del proyecto nacional y la por ahora poca capacidad de creación de oído entre la mayoría de los porteños. No se trata de ganar las elecciones. Se trata de que es inmoral que a la mayoría de quienes vivan en la ciudad no les retumben sus nombres y que no les duela, no les moleste, no les incomode, no los enfurezca, no les indigne que Rodrigo Menchuca, Rolando Adair, Gastón Arispe Huaman, Kevin Molina, Humberto Ruiz, Facundo Ambrosi, Anahí Garnica, Damián Veliz, Eduardo Conesa, Maximiliano Martínez, Juan Matías Monticelli, Leonardo Arturo Day, Sebastián Campo, Pedro Baricola, Juana Vilca Quispe, Elías Carbajal Quispe, Rodrigo Quispe Carbajal, Harry Rodríguez Palma, Wilfredo Quispe Mendoza y Luis Quispe no anden entre nosotros. Y eso será, más que nunca propia, tarea para el hogar. De lo contrario siempre habrá talleres clandestinos, fuego negligente o intencionado, ropa sucia lavada adentro para poder ser sellada con etiqueta cara y cinismo narrativo para hacer el trabajo sucio de que parezca que no hay ni muerte, ni infierno entre lienzos, ni desvergüenza de relato, ni falta de urbanización, ni desprecio a quienes les borran sus nombres ni trabajo esclavo.
“Talleres clandestinos, ropa sucia
por paga miserable del negrero
vampiro que recluta la penuria,
patrón en el infierno de los lienzos.
La máquina no para ni por puta.
Afuera, vino tinto y carcajada;
en el taller, zurcidas dignidades,
colchón, cama caliente, agotamiento.
Sucio galpón de sótano inmigrado,
trabajo humedecido en servidumbre,
inviernos ateridos, sin alumbre
veranos de sudor, sin almanaque.
Para que aguante el lomo, alguna coca
moldea entre la bronca del obrero
rutina carcelera que transcurre
oculta, sin que el diario la destaque.
Talleres clandestinos, asesinos.
Un mundo paralelo y ventajero,
sin sábanas, amor, ni documentos,
y un juego de pelota los domingos.
Pero del otro lado de la histeria
del shopping, el consumo y el mercado,
al pie de una Alameda venturosa
se hilvana lo más bello de lo humano.
Luchar por dar un corte todos juntos...
No más trabajo esclavo!!!”
(Marta Pizzo, Talleres clandestinos.)