lunes, 20 de julio de 2015

Programa SF 167 - Cristina Caamaño y Hugo Cañon - 18 de Julio de 2015

Obsceno.
por Mariana Moyano
Editorial SF del 18 de Julio de 2015
Es una de esas palabras con peso propio, a la que sólo refieren quienes quieren que se oiga muy bien lo que se dice. Está asociada a la sexualidad. Más bien, a la moral sexual dominante. “Que va contra lo que establece la moral, especialmente en el terreno sexual”, dice el diccionario. “Puede manifestarse a través de palabras, acciones o imágenes, que por su mensaje carente de pudor resultan ser ofensivas a la moralidad sexual que prevalece en el contexto en el cual las mismas se registra”, indica otra definición.
Se la asocia a lo lascivo, lo libidinoso, lo pornográfico. Y uno la dice y cuando lo hace ve cuerpos desnudos y en intimidad. Pero no siempre lo obsceno aparece teñido de lo sexual. Lo obsceno es lo impúdico, lo repulsivo, lo detestable, lo asqueroso, lo amoral, lo inmoral, lo deshonesto y hasta lo torpe. Entonces:
¿No es acaso impúdico que el jefe de gobierno porteño pueda sostener en un medio de comunicación ante un periodista que gana el share de las mañanas radiales que él no está procesado?
¿No es repulsivo que un diario argentino centenario ya vaya por la tercera desmentida papal y eso no sea siquiera punto de debate?
¿No es detestable que con ligereza y cinismo -o con una profunda ignorancia- haya un precandidato a vicepresidente de la Nación que diga muy suelto de cuerpo que “acordar con Irán algo bueno, es bueno. Acordar con Irán algo malo, es malo” y que nadie le pregunte para ir un pasito más allá?
¿No es asqueroso que un juez federal mantenga una causa parada seis meses, que la reactive a 27 días de las PASO con allanamientos que podría haber evitado con sólo librar un oficio y que un jefe de gobierno procesado se haga el gil cuando se le dice que roza bien fuerte la ilegalidad su decisión de darle a ese juez la Policía Metropolitana y el implicado gasto de 450 mil pesos de los porteños para hacerle el mayor show posible que dañe al hijo de la Presidenta el día que lanza su candidatura?
¿No es amoral haber hablado de bolsos llenos de guita que salen del despacho presidencial con destino sucio a Santa Cruz, haberse autopromocionado como amante de un presidente muerto para ganar influencia, hacer con todo eso un mix venenoso, que una siempre dispuesta diputada haga la denuncia judicial correspondiente y que dos años después todo caiga como castillo de naipes y no usar ni una letra para una mínima retractación?
¿No es inmoral seguir levantando la ya pobre figura de un fiscalito que se hizo una fiesta con una de las causas más dolorosas de la Argentina como es la de AMIA, cuando ya está saliendo a la luz que toda, toda, absolutamente toda la parva de expedientes no tienen más que data de servicios y que ese tal Alberto Natalio Nisman que todos quisieron ser no pidió ni una sola prueba de lo que el servicio Stiusso le elaboraba?
¿No es deshonesto bancar a un juez subrogante que se cree soldado heroico cuando con la excusa de la subrogancia sacaron del medio a un magistrado que se había atrevido a la lesa humanidad en Bahía Blanca y estaba por animarse a procesar al primero de los dueños de medios que iban a caer por su sociedad con los uniformes, a los que en varios casos le dieron orden de matar?
¿No es torpe entrar de prepo en la casa de un periodista con un “si no nos dejan entrar pasamos por encima tuyo” dicho a la señora que trabaja en la casa de la familia Morales, para ver si con los bienes que posee en su hogar el relator puede hacer frente a la demanda de Cablevisión del año 2000?
Mis únicas respuestas a estos interrogantes son un sí inmenso. Porque estos hechos sólo me caben como obscenos. Hemos vivido la obscenidad de días impúdicos, repulsivos, detestables, asquerosos, amorales, inmorales, deshonestos y hasta torpes.
Fueron obscenos. La obscenidad es eso difícil de tolerar y al mismo tiempo fascinante. Genera goce, pero nos desintegra. Por esos recorridos nos llevan. Para que nos cueste darle forma, comprenderlo, aprehenderlo y nos enlodemos al punto de ni siquiera darnos cuenta que estamos sucios, sencillamente porque nos han ensuciado.
Henry Miller decía que discutir la naturaleza y el sentido de la obscenidad es casi tan difícil como hablar de Dios. Porque se trata de un concepto inestable, inasible. He ahí el deber de estos días: darle forma y cuerpo político a los acontecimientos obscenos con que nos inundan.
La economista, psicoanalista y ensayista Corinne Maier es quien mejor se atrevió a este concepto vaporoso. Ella indica que es, por definición, lo que queda fuera de escena, lo que no puede ser mostrado, pero que, a la vez, como un fragmento de noche nos habita irremediablemente. Pero la autora explica cómo eso obsceno también puede manifestarse en lo “ultra visible”, en esa escandalosa voluntad de transparencia de la sociedad moderna donde todo debe ser mostrado, subrayado y expuesto.
Nos arrastraron a la obscenidad de hacernos creer que es corriente, normal y natural que a un jefe de gobierno que quiere ser presidente de la Nación se le ratifique su procesamiento por asociación ilícita. Con una particularidad que pocos notaron: en su fallo la Sala I de la Cámara Federal le recuerda al Ingeniero precandidato que aún hay preguntas abiertas alrededor suyo y nada menos que planteadas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en un caso que lo tiene como protagonista: el de Juan Carlos Bayarri, el hombre que padeció 13 años de cárcel por ser acusado en una trampa de ex policías federales de ser uno de los secuestradores de Mauricio cuando sólo era el hijo de Franco.
Nos enlodaron en la confusión para que creamos que el Papa no dijo que debemos considerar a la tierra como propiedad social, que no dijo que el Estado debe intervenir, que no dijo que sólo nos salva la unión de los pueblos, que no dijo que usan la corrupción y la problemática narco como argumento para ensuciar al Estado, que no dijo que los monopolios informativos son el nuevo colonialismo ideológico, que no dijo que los países pobres no deben ser sólo proveedores de materias primas y que no dijo que pedía perdón como cabeza de la Iglesia por haber cometido los grandes crímenes como la conquista en nombre de Dios. Lo dijo, y como quienes criticamos a Jorge Bergoglio lo seguimos haciendo incluso con el reconocimiento de lo que implican políticamente las jugadas papales, vemos obsceno que nos cuenten que: “El Papa cerró su gira con un llamado a incluir a los que piensan distinto”, en una pornográfica aunque silenciosa analogía con el supuesto padecimiento de nuestro país que con obscenidad han instalado como La Grieta.
No silencian obscenamente los porqués de las razones del acuerdo de los países más poderosos de la tierra con Irán, al punto de que debemos recurrir al humor y pensar que habrá algunas Patricias Bullrich o Lauras Alonsos interplanetarias que denunciarán a Barack Obama y a Alemania, China, Francia, el Reino Unido y Rusia por acordar con ese estado supuestamente terrorista. El de siempre, el mecanismo de compartimentarnos y de obstaculizarnos de modo obsceno el acceso a las informaciones.
Un juez federal nos invade con una obscena movida mediático-judicial con allanamientos irregulares, con un gasto irrespetuoso, con un operativo a cargo del ex miembro de la Federal Fernando Culshaw, expulsado de esa fuerza por Nilda Garré y con medio centenar de miembros de la Policía Metropolitana al límite de la ilegalidad, ya que la propia ley de creación de este organismo indica que “es una institución armada depositaria de la fuerza pública del Estado en el ámbito de la ciudad, dentro de los límites determinados por el artículo 8 de la Constitución local”. Al juez, la Sala I de la Cámara Federal debió hacerlo a un lado, y él optó, al día siguiente, por la obscenidad de una frase para que nuestras cabezas fueran a la muerte de Nisman y por allanar un Ministerio e YPF.
De modo obsceno, la siempre obscena revista de la editorial Perfil había alarmado desde una tapa de febrero de 2011 con que había “otra viuda de Kirchner”. Se llamaba Miriam Quiroga y, decían, “conoció al ex presidente como pocos y fue su mano derecha hasta el último día”. Esta impúdica denunciadora de nadas sostuvo luego ante las cámaras del showman operador y ex periodista que había visto bolsos llenos de dinero que viajaban a Santa Cruz. Esta semana se supo que todos los implicados judicialmente -en esas ruedas obscenas de presentación televisiva seguida de denuncia judicial con lo televisado como única prueba jurídica- fueron sobreseídos, que no hubo bolsos salvo de miles de cartas de ciudadanos, que la oficina de Miriam Quiroga quedaba a 70 metros de la Kirchner y no al lado, que ella no había ratificado en sede judidicial nada de lo dicho en sede periodística, que no se acreditaron los hechos imputados porque no ocurrieron y que hasta los cuatro testigos presentados por la propia Quiroga la desmientieron. Obscenamente, los medios impulsores de la operación guardaron impúdico silencio ante la desmentida probada.
Con obscenidad nos dijeron que 5000 participantes de una manifestación la convertían en masiva reivindicación de un juez subrrogante con una vara bien contraria a la que utilizaron en Bahía Blanca para echar por la ventana al juez Alvaro Coleffi del juzgado de Bahía Blanca por la sencilla razón de que a Vicente Massot también le iba a caer un procesamiento. “No es el juez natural”, dijeron y sueltos de cuerpo, se lo cargaron. La cesantía de Coleffi la dispuso Néstor Luis Montezanti, el Presidente de la Cámara Federal de Apelaciones de Bahía Blanca con jury en el Consejo de la Magistratura y docente con juicio académico en la Universidad Nacional del Sur por haber sido nada menos que Personal Civil de Inteligencia del Batallón 601 durante la dictadura, cargo al que llegó por el jefe del Destacamento 181, José Osvaldo Riveiro, el ex integrante de la Triple A condenado en Francia y prófugo de la justicia argentina.
De manera brutal, patoteril y, por supuesto, obscena, se metió el abogado Damián Cassino junto con un muy poco educado oficial de justicia a la casa de Víctor Hugo Morales, para ver de qué modo se cobran un embargo de 3 millones y medio de pesos en una causa abierta por pasar fuera de licencia partes del partido de Boca-Real Madrid, por el cual Cablevisión le había pagado al entonces presidente xeneize Mauricio Macri la cifra de un millón de dólares.
“La exhibición obscena del secreto” se titula un texto de Enrique Carpintero en la revista Topía. Cuenta allí que “El 29 de mayo de 2003 ocurrió, en el Museo Nacional de Bellas Artes de la Ciudad de Buenos Aires, un hecho muy comentado por los diarios. Mientras circulaban por las diferentes salas más de mil personas fue robada una escultura de Rodín. Tres meses después un cartonero la vendió a una anticuaria por cincuenta pesos. La obra, valuada en 10.000 dólares, fue nuevamente entregada a las autoridades del museo sin que nunca se supiera quiénes la habían robado.
“Esa pequeña escultura de bronce tiene 15 cm. de altura y se la conoce con el nombre de El Secreto. Son dos manos entrelazadas que ocultan en su interior algo que no es visible. Pero en la propia obra también hay un secreto que sólo puede ser descubierto por un observador muy atento: las dos manos son derechas. Este hecho produce una sensación extraña”. El secreto no se percibe, pero lo verdaderamente oculto está más que a la vista; sólo hay que observar con atención.
“Estamos viviendo una época donde los secretos salen a la luz pero muchos no son para iluminarlo ya que su objetivo es ensombrecer las condiciones éticas que nos permite vivir en comunidad. Lo obsceno se mantiene en secreto en tanto revela algo del orden de lo siniestro. Hoy en día, lo obsceno, ya no se encuentra vinculado con la presentación sin afeites del cuerpo, sino más bien con la muerte. Esto no significa que su dimensión haya menguado: sencillamente se ha desplazado del sexo al cadáver. Lo obsceno ha venido a habitar el lugar con el que nada queríamos tener que ver”. Lo impúdico, lo repulsivo, lo detestable, lo asqueroso, lo amoral, lo inmoral, lo deshonesto y hasta lo torpe está ahí. Y el secreto para detectar y desbaratar lo obsceno está en que deje de ser secreto; en darnos cuenta que ahí hay dos manos, pero que las dos son derechas.