sábado, 9 de mayo de 2015

Programa SF 159 - Hebe de Bonafini - 9 de Mayo de 2015


Esa y Esta Mujer
Por Mariana Moyano
Editorial SF del 9 de Mayo de 2015

Más directa no pudo ser. Fue brutal, vertical y, para algunos, hasta autoritaria. “Esta huelga que le están haciendo al peronismo, es una huelga contra el movimiento obrero, una huelga contra ustedes mismos. Escuchen bien, compañeros, el que le hace una huelga al peronismo es un carnero de la oligarquía. Hacer una huelga a Perón es trabajar para la anti patria. ¿Saben quién define esta huelga? El diario La Prensa. ¿Qué pasó? ¿Se volvieron socialistas los Gainza Paz, que se llevan la vaca en el barco cuando van a Europa? ¿O será que ciertos obreros obtusos les están haciendo el juego a los enemigos del pueblo? Una huelga obrera apoyada por el diario de la oligarquía… ¿Pero dónde se ha visto? Por última vez compañeros, levanten esta huelga. Después no digan que no les avisé. Porque si hay que dar leña vamos a dar leña compañeros, caiga quien caiga y cueste lo que cueste”, cuenta la ficción que Esa Mujer les dijo a los ferroviarios que estaban a punto de ir al paro. Relata la película que un par de hombres, un peronista y un socialista , ahí, de cara a ella, recogieron el guante y que ella les respondió con vehemencia y bravura a los dos. No sorprende.
“La libertad está presa por usted y sus compañeros”, le mandó a Ricardo Lorenzetti. “Yo pienso que si le queda algo de dignidad –dijo después- tiene que irse. Un tipo que está haciendo lo que está haciendo, con esa prepotencia de reelegirse... Dios me libre y me guarde si algunos de nosotros hubiese hecho un disparate como éstos”. Estuvo durísima, pero ya los había carajeado de lo lindo en 2010, en aquella nochecita todavía de invierno del batallante 2010 de plena pelea por constitucionalidad de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, frente al Palacio de Tribunales: “Estamos acá para defender la patria, esa patria maravillosa que nos dejaron nuestros hijos”, arrancó. Y bramó después: “¿Qué les vamos a decir a estos turros de la Suprema Corte? Y, turros, por ser buena, ¿Qué les vamos a decir a los que hicieron posible la tortura y la muerte? A la Suprema Corte, que no sé por qué es Suprema y por qué es Corte, y por qué carajo están en un Palacio. A los de la Corte, que no les quiero decir señores, a esos turros: que alguna vez piensen en el pueblo, que es el que tiene que determinar y no ellos. ¿Qué le van a dejar estos turros a sus hijos? La herencia de la dictadura. Arranquémosle a la Corte la decisión que es nuestra. Y si tenemos que tomar el Palacio de Tribunales, tomémoslo. Si la ley no sale, hay que arrancársela, con toda la fuerza que tiene el pueblo. Mañana me cago en Clarín y en La Nación. Que digan lo que quieran, yo no voy a ser ni moderada, ni educada. Voy a ser una mujer del pueblo que defiende al pueblo”. Demuestra el libro “Seguir pariendo”, ese volumen que reúne ese y otros de sus discursos, que en la Navidad de 2012 un hombre recogió el guante; un entonces miembro del Supremo Tribunal prologó la recopilación de arengas y disertaciones de Esta Mujer y lo hizo con unas bellas, conmovedoras y trascendentes palabras. “En estos improvisados discursos –escribió- plagados de expresiones imprudentes, políticamente incorrectas, descomedidas, está el testimonio de una lucha por las palabras claras. A diestra y siniestra reparte improperios para despertarnos a cachetazos, constante y progresivamente, durante décadas, como una de las figuras destacadas del movimiento que, finalmente, impidió que nuestra historia adoleciera del bache más terrible del siglo pasado”.
    “Si hemos heredado unos cuantos pecados históricos que nos falta esclarecer, al menos este, el más terrorífico del siglo XX, no se lo legaremos a las generaciones futuras, y eso se lo deberán al movimiento de madres, abuelas, hijos, del que (ella) es una de sus figuras emblemáticas”.
    “Y no es menos significativo que esta herida histórica sea cicatrizada por la acción valiente y constante de mujeres, que levantaron su grito de alarma, protesta y lucha pacífica emergiendo de la mitad de la especie subyugada milenariamente por el patriarcado (…). Esto lo saben muy bien quienes llevan adelante un esfuerzo constante procurando desacreditar(la), arrojando productos escatológicos que el viento de la historia les devolverá por siempre”.
    “No puedo evitar escribir estas líneas, no puedo eludir el compromiso en que (ella) me coloca, porque mucho más allá de las diferencias en adjetivaciones o valoraciones, veo el mismo mundo que ella descubre sin medias tintas y, sobre todo, me identifico plenamente con su reclamo de lenguaje claro y, más aún, con su angustia existencial. Si faltase a este deber ético elemental, me sentiría en serio un verdadero turro”. Y no firmó como miembro del más alto Tribunal de Justicia de la Nación, sino como a él más le gusta: E. Raúl Zaffaroni, Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires”. Es más, el más veterano miembro de esta Corte hasta le hizo una humorada sobre ella, un martes de acordada: “Mire lo que anda diciendo su amiga de nosotros, dice que somos unos turros”. Él sólo sonrió; de costadito, como suele hacerlo cuando calla para decir más que si hablara.
Ella nació el 7 de mayo de 1919 en la provincia de Buenos Aires en un hogar humilde y en épocas en las cuales ser hija de una “familia no constituida” era la condición suficiente para que el estigma de “bastarda” se lo clavaran como alfileres sobre su historia. Odio es lo que esa palabra posee como sello de origen, aunque no más que la celebración del cáncer por parte de sus enemigos, cuando la enfermedad la consumía desde sus propias entrañas. Fue un cadáver inhallable durante décadas. Hoy, el siglo XX, en el mundo, no se entiende sin su existencia.
Ella nació un 4 de diciembre de 1928 en un hogar humilde de un pueblo trabajador de la provincia de Buenos Aires, en épocas en las cuales las mujeres tenían destinada la cocina, alguna que otra decisión dentro de sus hogares y la más absoluta invisibilidad en la vida pública de la todavía no-República. “Algo habrán hecho”, le clavaron como estigma sobre la incertidumbre de dónde y cómo exactamente terminaron sus días sus dos hijos varones. Odio y decisión política ajustada fue la razón por la cual le arrancaron de sus entrañas lo que su vientre había cuidado. “Loca”, fue la mochila con la que cargó durante años mientras le aguantaba la parada a la muerte y a eso en lo que se estaba convirtiendo. Fue la tradición de una generación diezmada que oprimió como una pesadilla el cerebro de los vivos. Hoy, el siglo XX, en el mundo, no se entiende sin su existencia.
Esa mujer, que siempre renegó del feminismo, le otorgó a las mujeres el derecho que algunas habían soñado y propuesto pero que nadie había logrado se corporizara como acto y hecho en la vida política de la Argentina.
Esta mujer, que siempre renegó del feminismo, convirtió a la maternidad en el acto más político de la historia argentina, sacándolo del sitial de naturaleza que le han dado por siglos los higienistas, los burros, los dominadores y el patriarcado.
Esa mujer fue odiada por lo más patricio de la sociedad local, ofendida por su condición de hija no reconocida por las damas de alta sociedad, despreciada y muchas veces injuriada por la izquierda socia del embajador Braden.
Esta mujer fue detestada por lo más patricio de la sociedad local; fue ofendido su símbolo, ese pañuelo pintado en la Plaza de Mayo, por las damas de alta sociedad; fue despreciada y desoída por décadas y su imagen prendida fuego por la izquierda que hoy, si pudiera, no dudaría en ser socia del embajador Braden.
De Esta mujer, Esa mujer no dijo nada. Porque no la conoció. Porque tanto vivaron al cáncer que éste hizo su trabajo rápido y se la llevó pronto. De Esa mujer, Esta mujer primero dudó, porque Esa Mujer era la mujer de un militar. Hasta que la conoció, por relatos, por historia, por lecturas, porque se abrió, porque se desenojó, por amor. Y escribió: “Es difícil decir algo sobre (ella), algo que no se haya dicho. Es difícil pensar que en tan pocos años hizo tanto, que era tan jovencita y que había decidido tantas cosas, que el pueblo llegó a amarla con desesperación en poco tiempo. ¿Qué espíritu impulsaba a esa mujer? ¿El amor a Perón? ¿El amor a su pueblo? ¿Qué sería lo más grande? Son preguntas que todavía nos tenemos que hacer porque son demasiados pocos años para tanto que hizo”.
“Deslumbró a los europeos; la amaron los más pobres; la odiaron los más ricos: todo en tan poquitos años. Era hermosa, bella, firme, erguida, seria; impactaba su figura. Deslumbrante para los grandes salones y la más humilde para estar con nosotros. (…) Cuando ella murió, no hubo en el mundo a nadie a quien se llorara tantos días: 14. Y se cortó porque hubo que terminarlo, pero, si no, hubiera seguido (…) Dijo cosas maravillosas y me voy a tomar el atrevimiento de transcribirles algo que ella escribió, para que los que no la conocen o no la conocieron, la conozcan un poco más: `Nosotros somos un pequeño pueblo de la tierra, y sin embargo, con nosotros Perón decidió ganar frente al imperialismo capitalista nuestra propia justicia y nuestra propia libertad. Y somos justos y libres´”.
Esa mujer tuvo un nombre corto y los que la aman la llaman por el diminutivo. Hay quienes la prefieren con rodete y están los que la intuyen más peleona con el cabello al viento. Esta mujer tiene nombre corto y casi siempre un paño blanco en su cabeza, pañuelo que fue pañal y hoy es bandera.
Fueron ofendidas, burladas, maltratadas, golpeadas, insultadas, desacreditadas, maltratadas, humilladas e injuriadas. A una, llegaron a denigrarle su propio cadáver embalsamado. Y lo desaparecieron por años. Lo guardaron, lo escondieron, para desaparecerlo; para que desaparecido, se lo pudieran apropiar.
Ese hombre escribió el más fantástico cuento que habrá de ser escrito jamás sobre Esa Mujer: “Algún día (pienso en momentos de ira) iré a buscarla. Ella no significa nada para mí, y sin embargo iré tras el misterio de su muerte, detrás de sus restos que se pudren lentamente en algún remoto cementerio. Si la encuentro, frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor se alzarán, poderosas vengativas olas, y por un momento ya no me sentiré solo, ya no me sentiré como una arrastrada, amarga, olvidada sombra. (…)
“-Esa mujer -le oigo murmurar al coronel-. Estaba desnuda en el ataúd y parecía una virgen. La piel se le había vuelto transparente. Se veían las metástasis del cáncer, como esos dibujitos que uno hace en una ventanilla mojada.
“El coronel bebe. Es duro.
“-Desnuda -dice-. Éramos cuatro o cinco y no queríamos mirarnos. Estaba ese capitán de navío, y el gallego que la embalsamó, y no me acuerdo quién más. Y cuando la sacamos del ataúd -el coronel se pasa la mano por la frente-, cuando la sacamos, ese gallego asqueroso...”
Fueron ofendidas, burladas, maltratadas, golpeadas, insultadas, desacreditadas, maltratadas, humilladas e injuriadas. A la otra le denigraron su ser y pretendieron volver cadáver su vida aún viva. Y le llevaron a los dos y se los desaparecieron.
Fueron ofendidas, burladas, maltratadas, golpeadas, insultadas, desacreditadas, maltratadas, humilladas e injuriadas. Pero el siglo XX, en el mundo, no se entiende sin su existencia.
En sus “expresiones imprudentes, políticamente incorrectas, descomedidas, está el testimonio de una lucha por las palabras claras. A diestra y siniestra” (repartieron) improperios para despertarnos a cachetazos, constante y progresivamente, durante décadas”.  Y no es poco “significativo que” muchas heridas históricas sean “cicatrizada(s) por la acción valiente y constante de mujeres, que levantaron su grito de alarma, protesta y lucha pacífica emergiendo de la mitad de la especie subyugada milenariamente por el patriarcado (…). Esto lo saben muy bien quienes llevan adelante un esfuerzo constante procurando desacreditar (las), arrojando productos escatológicos que el viento de la historia les devolverá por siempre”.
Cuando se hable de la mierda, se hablará de ellos y no de Esa o de Esta Mujer que, paradas estoicas -una con arnés para pasearse entre sus descamisados, la otra envalentonándose a medida que la máquina de la muerte y el desasosiego pretendía debilitarla- les ganaron a los velos y a la bruma que expanden quienes quieren borrar la historia. Se atrevieron a poner sus propios mundos patas para arriba y el giro en redondo fue para todos. Pasaron por sobre la desaparición y ya tienen sitio en el lugar al que no acceden ni los anti patria ni los turros. Y mal que les pese a todos Esos, Esa y Esta mujer lograron que el siglo XX, en el mundo, no se entienda sin sus existencias.

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