Obsceno.
por Mariana Moyano
Editorial SF del 18 de Julio de 2015
Es una de esas palabras con peso propio, a la que sólo refieren quienes
quieren que se oiga muy bien lo que se dice. Está asociada a la
sexualidad. Más bien, a la moral sexual dominante. “Que va contra lo que
establece la moral, especialmente en el terreno sexual”, dice el
diccionario. “Puede manifestarse a través de palabras, acciones o
imágenes, que por su mensaje carente de pudor resultan ser ofensivas a
la moralidad sexual que prevalece en el contexto en el cual las mismas
se registra”, indica otra definición.
Se la asocia a lo lascivo,
lo libidinoso, lo pornográfico. Y uno la dice y cuando lo hace ve
cuerpos desnudos y en intimidad. Pero no siempre lo obsceno aparece
teñido de lo sexual. Lo obsceno es lo impúdico, lo repulsivo, lo
detestable, lo asqueroso, lo amoral, lo inmoral, lo deshonesto y hasta
lo torpe. Entonces:
¿No es acaso impúdico que el jefe de gobierno
porteño pueda sostener en un medio de comunicación ante un periodista
que gana el share de las mañanas radiales que él no está procesado?
¿No es repulsivo que un diario argentino centenario ya vaya por la
tercera desmentida papal y eso no sea siquiera punto de debate?
¿No es detestable que con ligereza y cinismo -o con una profunda
ignorancia- haya un precandidato a vicepresidente de la Nación que diga
muy suelto de cuerpo que “acordar con Irán algo bueno, es bueno.
Acordar con Irán algo malo, es malo” y que nadie le pregunte para ir un
pasito más allá?
¿No es asqueroso que un juez federal mantenga
una causa parada seis meses, que la reactive a 27 días de las PASO con
allanamientos que podría haber evitado con sólo librar un oficio y que
un jefe de gobierno procesado se haga el gil cuando se le dice que roza
bien fuerte la ilegalidad su decisión de darle a ese juez la Policía
Metropolitana y el implicado gasto de 450 mil pesos de los porteños para
hacerle el mayor show posible que dañe al hijo de la Presidenta el día
que lanza su candidatura?
¿No es amoral haber hablado de bolsos
llenos de guita que salen del despacho presidencial con destino sucio a
Santa Cruz, haberse autopromocionado como amante de un presidente muerto
para ganar influencia, hacer con todo eso un mix venenoso, que una
siempre dispuesta diputada haga la denuncia judicial correspondiente y
que dos años después todo caiga como castillo de naipes y no usar ni una
letra para una mínima retractación?
¿No es inmoral seguir
levantando la ya pobre figura de un fiscalito que se hizo una fiesta con
una de las causas más dolorosas de la Argentina como es la de AMIA,
cuando ya está saliendo a la luz que toda, toda, absolutamente toda la
parva de expedientes no tienen más que data de servicios y que ese tal
Alberto Natalio Nisman que todos quisieron ser no pidió ni una sola
prueba de lo que el servicio Stiusso le elaboraba?
¿No es
deshonesto bancar a un juez subrogante que se cree soldado heroico
cuando con la excusa de la subrogancia sacaron del medio a un magistrado
que se había atrevido a la lesa humanidad en Bahía Blanca y estaba por
animarse a procesar al primero de los dueños de medios que iban a caer
por su sociedad con los uniformes, a los que en varios casos le dieron
orden de matar?
¿No es torpe entrar de prepo en la casa de un
periodista con un “si no nos dejan entrar pasamos por encima tuyo” dicho
a la señora que trabaja en la casa de la familia Morales, para ver si
con los bienes que posee en su hogar el relator puede hacer frente a la
demanda de Cablevisión del año 2000?
Mis únicas respuestas a
estos interrogantes son un sí inmenso. Porque estos hechos sólo me caben
como obscenos. Hemos vivido la obscenidad de días impúdicos,
repulsivos, detestables, asquerosos, amorales, inmorales, deshonestos y
hasta torpes.
Fueron obscenos. La obscenidad es eso difícil de
tolerar y al mismo tiempo fascinante. Genera goce, pero nos desintegra.
Por esos recorridos nos llevan. Para que nos cueste darle forma,
comprenderlo, aprehenderlo y nos enlodemos al punto de ni siquiera
darnos cuenta que estamos sucios, sencillamente porque nos han
ensuciado.
Henry Miller decía que discutir la naturaleza y el
sentido de la obscenidad es casi tan difícil como hablar de Dios. Porque
se trata de un concepto inestable, inasible. He ahí el deber de estos
días: darle forma y cuerpo político a los acontecimientos obscenos con
que nos inundan.
La economista, psicoanalista y ensayista
Corinne Maier es quien mejor se atrevió a este concepto vaporoso. Ella
indica que es, por definición, lo que queda fuera de escena, lo que no
puede ser mostrado, pero que, a la vez, como un fragmento de noche nos
habita irremediablemente. Pero la autora explica cómo eso obsceno
también puede manifestarse en lo “ultra visible”, en esa escandalosa
voluntad de transparencia de la sociedad moderna donde todo debe ser
mostrado, subrayado y expuesto.
Nos arrastraron a la obscenidad de
hacernos creer que es corriente, normal y natural que a un jefe de
gobierno que quiere ser presidente de la Nación se le ratifique su
procesamiento por asociación ilícita. Con una particularidad que pocos
notaron: en su fallo la Sala I de la Cámara Federal le recuerda al
Ingeniero precandidato que aún hay preguntas abiertas alrededor suyo y
nada menos que planteadas por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos en un caso que lo tiene como protagonista: el de Juan Carlos
Bayarri, el hombre que padeció 13 años de cárcel por ser acusado en una
trampa de ex policías federales de ser uno de los secuestradores de
Mauricio cuando sólo era el hijo de Franco.
Nos enlodaron en la
confusión para que creamos que el Papa no dijo que debemos considerar a
la tierra como propiedad social, que no dijo que el Estado debe
intervenir, que no dijo que sólo nos salva la unión de los pueblos, que
no dijo que usan la corrupción y la problemática narco como argumento
para ensuciar al Estado, que no dijo que los monopolios informativos son
el nuevo colonialismo ideológico, que no dijo que los países pobres no
deben ser sólo proveedores de materias primas y que no dijo que pedía
perdón como cabeza de la Iglesia por haber cometido los grandes crímenes
como la conquista en nombre de Dios. Lo dijo, y como quienes criticamos
a Jorge Bergoglio lo seguimos haciendo incluso con el reconocimiento de
lo que implican políticamente las jugadas papales, vemos obsceno que
nos cuenten que: “El Papa cerró su gira con un llamado a incluir a los
que piensan distinto”, en una pornográfica aunque silenciosa analogía
con el supuesto padecimiento de nuestro país que con obscenidad han
instalado como La Grieta.
No silencian obscenamente los porqués
de las razones del acuerdo de los países más poderosos de la tierra con
Irán, al punto de que debemos recurrir al humor y pensar que habrá
algunas Patricias Bullrich o Lauras Alonsos interplanetarias que
denunciarán a Barack Obama y a Alemania, China, Francia, el Reino Unido y
Rusia por acordar con ese estado supuestamente terrorista. El de
siempre, el mecanismo de compartimentarnos y de obstaculizarnos de modo
obsceno el acceso a las informaciones.
Un juez federal nos
invade con una obscena movida mediático-judicial con allanamientos
irregulares, con un gasto irrespetuoso, con un operativo a cargo del ex
miembro de la Federal Fernando Culshaw, expulsado de esa fuerza por
Nilda Garré y con medio centenar de miembros de la Policía Metropolitana
al límite de la ilegalidad, ya que la propia ley de creación de este
organismo indica que “es una institución armada depositaria de la fuerza
pública del Estado en el ámbito de la ciudad, dentro de los límites
determinados por el artículo 8 de la Constitución local”. Al juez, la
Sala I de la Cámara Federal debió hacerlo a un lado, y él optó, al día
siguiente, por la obscenidad de una frase para que nuestras cabezas
fueran a la muerte de Nisman y por allanar un Ministerio e YPF.
De modo obsceno, la siempre obscena revista de la editorial Perfil había
alarmado desde una tapa de febrero de 2011 con que había “otra viuda
de Kirchner”. Se llamaba Miriam Quiroga y, decían, “conoció al ex
presidente como pocos y fue su mano derecha hasta el último día”. Esta
impúdica denunciadora de nadas sostuvo luego ante las cámaras del
showman operador y ex periodista que había visto bolsos llenos de dinero
que viajaban a Santa Cruz. Esta semana se supo que todos los implicados
judicialmente -en esas ruedas obscenas de presentación televisiva
seguida de denuncia judicial con lo televisado como única prueba
jurídica- fueron sobreseídos, que no hubo bolsos salvo de miles de
cartas de ciudadanos, que la oficina de Miriam Quiroga quedaba a 70
metros de la Kirchner y no al lado, que ella no había ratificado en sede
judidicial nada de lo dicho en sede periodística, que no se
acreditaron los hechos imputados porque no ocurrieron y que hasta los
cuatro testigos presentados por la propia Quiroga la desmientieron.
Obscenamente, los medios impulsores de la operación guardaron impúdico
silencio ante la desmentida probada.
Con obscenidad nos dijeron
que 5000 participantes de una manifestación la convertían en masiva
reivindicación de un juez subrrogante con una vara bien contraria a la
que utilizaron en Bahía Blanca para echar por la ventana al juez Alvaro
Coleffi del juzgado de Bahía Blanca por la sencilla razón de que a
Vicente Massot también le iba a caer un procesamiento. “No es el juez
natural”, dijeron y sueltos de cuerpo, se lo cargaron. La cesantía de
Coleffi la dispuso Néstor Luis Montezanti, el Presidente de la Cámara
Federal de Apelaciones de Bahía Blanca con jury en el Consejo de la
Magistratura y docente con juicio académico en la Universidad Nacional
del Sur por haber sido nada menos que Personal Civil de Inteligencia del
Batallón 601 durante la dictadura, cargo al que llegó por el jefe del
Destacamento 181, José Osvaldo Riveiro, el ex integrante de la Triple A
condenado en Francia y prófugo de la justicia argentina.
De
manera brutal, patoteril y, por supuesto, obscena, se metió el abogado
Damián Cassino junto con un muy poco educado oficial de justicia a la
casa de Víctor Hugo Morales, para ver de qué modo se cobran un embargo
de 3 millones y medio de pesos en una causa abierta por pasar fuera de
licencia partes del partido de Boca-Real Madrid, por el cual Cablevisión
le había pagado al entonces presidente xeneize Mauricio Macri la cifra
de un millón de dólares.
“La exhibición obscena del secreto” se
titula un texto de Enrique Carpintero en la revista Topía. Cuenta allí
que “El 29 de mayo de 2003 ocurrió, en el Museo Nacional de Bellas Artes
de la Ciudad de Buenos Aires, un hecho muy comentado por los diarios.
Mientras circulaban por las diferentes salas más de mil personas fue
robada una escultura de Rodín. Tres meses después un cartonero la vendió
a una anticuaria por cincuenta pesos. La obra, valuada en 10.000
dólares, fue nuevamente entregada a las autoridades del museo sin que
nunca se supiera quiénes la habían robado.
“Esa pequeña escultura
de bronce tiene 15 cm. de altura y se la conoce con el nombre de El
Secreto. Son dos manos entrelazadas que ocultan en su interior algo que
no es visible. Pero en la propia obra también hay un secreto que sólo
puede ser descubierto por un observador muy atento: las dos manos son
derechas. Este hecho produce una sensación extraña”. El secreto no se
percibe, pero lo verdaderamente oculto está más que a la vista; sólo hay
que observar con atención.
“Estamos viviendo una época donde
los secretos salen a la luz pero muchos no son para iluminarlo ya que su
objetivo es ensombrecer las condiciones éticas que nos permite vivir en
comunidad. Lo obsceno se mantiene en secreto en tanto revela algo del
orden de lo siniestro. Hoy en día, lo obsceno, ya no se encuentra
vinculado con la presentación sin afeites del cuerpo, sino más bien con
la muerte. Esto no significa que su dimensión haya menguado:
sencillamente se ha desplazado del sexo al cadáver. Lo obsceno ha venido
a habitar el lugar con el que nada queríamos tener que ver”. Lo
impúdico, lo repulsivo, lo detestable, lo asqueroso, lo amoral, lo
inmoral, lo deshonesto y hasta lo torpe está ahí. Y el secreto para
detectar y desbaratar lo obsceno está en que deje de ser secreto; en
darnos cuenta que ahí hay dos manos, pero que las dos son derechas.
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