Editorial SF del 26 de diciembre de 2015
por Mariana Moyano
Es ostensible que bastante de lo hecho tocó el hueso. O mejor dicho, y
aunque las analogías anatómicas no sean particular e ideológicamente muy
simpáticas, algo de lo realizado conmovió el corazón de los intereses
que no deben ser conmovidos si se quiere que el monstruo descanse y no
sea despertado. Pueden haber sido decisiones políticas que fueron al
centro de lo que el capitalismo simbólico no quiere que cruja. O, quizás
y también, al nudo de lo que capitalismo material necesita se mantenga
incólume. Puede que nos lleve un rato entender exactamente cuál fue el
núcleo que se tocó y puede que jamás se termine de saber con exactitud
adónde se perforó. Pero es evidente que bastante de lo hecho tocó donde
no había que tocar.
La virulencia lo muestra. La brutalidad. Esa
ferocidad con que arrancaron los famosos 100 primeros días del nuevo
gobierno –si es que sigue existiendo esa idea en el análisis de las
ciencias políticas- hecha a fuerza de decretazos para meter con fórceps a
dos jueces en la corte, la orden dada desde el poder político para que
la Gendarmería metiera bala de goma sin negociación, la aparición de
camiones hidrantes en los lugares más simbólicos de la queja pública, el
forcejeo a fuerza de DNU de los requisitos de la Oficina Anticorrupción
para que deje de ser necesario ser abogado para ocupar la titularidad
de ese organismo, la denuncia penal contra el presidente de la AFSCA
para sacarlo a como dé lugar del edificio que comanda, la policía, el
vallado y la faja de clausura a una entidad que vela por la aplicación
de una ley, la explicación ministerial de que una norma sancionada por
el Congreso debe ser apaleada si al Presidente no le va en gracia, el
levantamiento del aire de un programa de televisión que se animó a poner
en tela de juicio tanto a los preceptos liberales como a las vacas
sagradas del periodismo, el sonsonete bobo y el escrache berreta (en la
mejor tradición de caza de brujas que se ha iniciado) a una periodista
porque posee un teléfono de Apple para que ese humito tape la barbaridad
de un presidente de vacaciones mientras se le inunda el litoral, la
utilización de un error dolorosísimo para poner en tela de juicio nada
menos que el Banco Nacional de Datos Genéticos, la denuncia penal contra
–como alguien la llama- la tercer argentina más famosa en el mundo
luego de Diego Maradona y el Papa, Hebe de Bonafini sólo para que se
calle, el fenomenal traslado de riquezas vía devaluación y quita de
retenciones a quienes si algo no necesitan es dinero, el mutismo
peligroso frente a la aparición de un nieto (hijo con madre viva, para
más) restituido o frente al avance de los carcamanes para que el Poder
Judicial se detenga ante la connivencia civil en las atrocidades de lesa
humanidad.
Algo, alguito, de lo hecho en los 12 años pasados
lesionó al que no debe ni rozarse si el poder político no quiere que el
poder real se lo almuerce de un bocado.
Quizás puede que parezca
menor, pero estoy convencida que algo de lo que más molestó es que del
temeroso susurro en micro-mundos, ciertos nombres, marcas y acciones
hayan pasado a la cola de la carnicería. Decir en voz alta Ernestina
Herrera de Noble, Héctor Magnetto, poder económico, crímenes de civiles,
Ledesma, Ford, Mercedes Benz, Papel Prensa, cerealeras, HSBC, JP Morgan
y otros tantos que se han vuelto comentario de mesa de ocasión no es
buen negocio para Ernestina Herrera de Noble, Héctor Magnetto, el poder
económico, los civiles que necesitan tapar sus civiles, Ledesma, Ford,
Mercedes Benz, Papel Prensa, las cerealeras, el HSBC y el JP Morgan. Y
no porque se me ocurra a mí, sino porque lo explicó con toda claridad
Alfredo Yabrán cuando Mariano Grondona le preguntó “¿para usted qué es
el poder?”, “Impunidad”, le respondió el empresario: “Para mí el poder
es impunidad”.Y ese poder impune no viene ni solo ni dado. Se construye
con invisibilidad, con anonimato y sin nada de lo propio expuesto.
Por eso, si se quiere combatir el desigual poder de los poderosos de
verdad se pueden tomar decenas, cientos de medidas económicas, o sea,
políticas. Pero la primera, la que más duele, la que más les duele es
que se los señale, se los nombre, se les ponga cara y nombre y se les
desempolve el pasado.
Julián Ercolini llegó como juez del fuero
federal junto con Daniel Rafecas, Ariel Lijo y Guillermo Montenegro.
Lijo hizo todos los deberes para convertir a Amado Boudou en el enemigo
público número uno y Guillermo Montenegro dejó el Partido Judicial para
hacer lo suyo desde el PRO. Ercolini es un magistrado lento para algunas
causas y Speedy González para otras. Cajonea Papel Prensa pero adquiere
una velocidad envidiable para aceptar una denuncia penal contra Martín
Sabbatella y, de ese modo, habilitar la clausura del organismo que
aplica la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Y Rafecas
pareció quedar en la otra punta del péndulo cuando en lugar de hacerse
el gil ligó, vinculó, puso en un mismo mosaico, delito económico y
crimen de lesa humanidad. “Existen distintos elementos que determinan la
conclusión de una clara inescindibilidad entre los hechos de privación
ilegal de la libertad que tuvieran por víctimas a una serie de personas
vinculadas con la firma Papel Prensa y la eventual comisión de ilícitos
referidos con la transferencia presuntamente compulsiva de acciones de
esa empresa que se encontraban en propiedad de la familia Graiver”,
escribió en su sentencia del 7 de julio de 2010.
Ercolini
tampoco necesitó ni 24 horas para sentenciar que no iba a tomarles
declaración indagatoria a Herrera de Noble, Magnetto, Mitre, al abogado
Juan Gainza Paz y al ex secretario de Desarrollo Industrial de la
dictadura Raymundo Pío Podestá. El titular del juzgado 10 sostuvo que no
había respaldo legal suficiente para sospechar que hubo irregularidades
en la adquisición de la empresa Papel Prensa por parte de los diarios
La Nación, Clarín y La Razón a la familia Graiver/ Papaleo.
Papel
Prensa no es un caso más. Es un ícono del poderío del poder real que no
debe tocarse y que se ubica incluso por encima del poder de los que
eligen quién vive y quién muere durante una dictadura. Por eso,
desempolvar es peligroso si uno no quiere ganarse enemigos de ese fuste.
El relato -en una de las actas de la CAL que aparecieron junto con toda
la documentación del edificio Cóndor- del entonces capitán de Navío
Alberto D´Agostino, designado por decreto 2414/77 como representante del
Estado (de aquel Estado de mano de hierro) en el directorio de Papel
Prensa da cuenta de lo que aquí se cuenta. Según consta en ese acta,
D´Agostino indicó: “A poco de iniciarse las gestiones, como es de
conocimiento de Su Excelencia el señor ministro, se planteó la
interpretación del alcance del punto 7 del decreto 2414, al decidir el
suscripto con su conocimiento y aprobación asistir a las reuniones de
Directorio. Ello motivó que se suspendiera la reunión de ese día para
estudiar por ambas partes el problema. Con fecha 30 de agosto se realizó
la misma y ante el mantenimiento por parte de los señores Ricardo
Peralta Ramos, Bartolomé Mitre y contador Héctor Magnetto, de la
posición de no permitirme el acceso a la misma, el suscripto levantó un
acta ante escribano público dejando constancia de la situación. Atento a
lo expuesto y acorde con las directivas recibidas al respecto, se
trasladó este problema a ese Ministerio”. Que se entienda: en pleno
1977, cuando las detenciones seguidas de tortura y desaparición estaban
en su pico más elevado; en medio del momento de mayor brutalidad
criminal de la dictadura, los representantes de los tres diarios se dan
el permiso de impedir al representante de la Junta Militar que participe
de una reunión de directorio de una empresa de la cual el Estado es
parte.
Al poder político que se mete con eso es al que hay que
tutelar y llamar al orden. Dentro de las reglas que ponen los que ganan,
no está permitido pasarse de listo.
Esas fuerzas ya se han no
sólo reorganizado sino que tienen ahora legitimidad política para
decidir desde la Rosada. A eso ni se lo enfrenta ni se le discute con
política de salita verde o con denuncismo silvestre. Cabeza, cuerpo,
organización y dirigentes a la altura necesita esta nueva etapa que
ahora lidera una derecha que no es igual a la tradicional, sino que se
sirve de disfraces, oenegeismos, colores y trampas diarias en las cuales
puede caer hasta el más avezado.
Lo mío no es ni miedo, ni
sobreestimación. Es prudencia, demanda de buenos diagnósticos, mirada
amplia, llamado al estudio sesudo y el fin de cierta canchereada,
minimización y encierro que lo único que trajo fue tragos de los más
amargos.
Te dijeron que los pibes de La Cámpora estaban armados para poder cagarlos a palos sin que te preocupe. Te dijeron que los kirchneristas somos todos unos choriplaneos mantenidos del Estado para que nos puedan despedir, rebajar el sueldo y suprimir paritarias sin que te preocupe en absoluto. Te dijeron que los K son todos corruptos para que la corrupción de ellos te parezca una simple travesura. Te dijeron que Cristina era soberbia y su gobierno era una dictadura para poder destrozar el país con 50 DNU en 15 días ignorando el Congreso sin que te pongas nervioso. Te dijeron que el INDEC era mentiroso para que ahora te digan que no hay más INDEC ni estadísticas de nada y lo tomes con una sonrisa. Te dijeron que no iban a contarte quiénes manejarían la economía del país hasta que ganaran las elecciones para que ahora venga Prat Gay a contabilizar los aumentos a valor pizza, y te parece simpático. Y también te dijeron que los periodistas eran perseguidos por pensar diferente y que TN podía desaparecer y lo que desapareció fue la libertad de expresión y los que tenían miedo de desaparecer terminaron gobernando. Y por supuesto te dijeron que las Madres de Plaza de Mayo eran todas una mierda, miserables, mantenidas, detestables, para que ahora, si una patota de aquellas que tenían guardadas en las sombras entra en la radio de las Madres y la destroza y las amenaza de muerte como en la viejas y no tan lejanas épocas de la auténtica dictadura a vos se te escape una sonrisa mientras repetís aquello de..."está muy bien, algo habrán hecho".-
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