El revoleo
por Mariana Moyano
Editorial SF del 7 de Marzo de 2015
El problema es el revoleo. Tres horas y 39 minutos le llevó a ella. Y le
quedaron afuera decenas de temas. Yo le veía los papeles, desde un piso
más arriba. Preguntaba la hora y se desesperaba al darse cuenta que
todo lo que guardaba en las carpetitas transparentes no iba a formar
parte de su discurso inaugural de las sesiones legislativas. Que la
deuda sobre el PBI, de 2007 a hoy, había pasado a signo negativo de 11%;
que después de 9 corridas cambiarias había 31456 millones de dólares de
reservas; que en 2018 estaremos pagando sólo 1000 millones de dólares;
que el crecimiento de la deuda en el mundo fue del 280%; que uno de los 6
países que creció en recepción de turistas fue el nuestro; que
Aerolíneas Argentinas pasó de tener 26 aviones operativos en 2008 a 70
en 2015; que se está construyendo el quinto hangar y que el primero data
de 1949; que el salario mínimo argentino es el más alto de América
Latina; que desde 2004 a 2014 se aprobaron 48 leyes laborales y ninguna
vergonzante para quienes piensan que los derechos de los trabajadores es
suelo firme y no sarasa; que el Banco Hipotecario dio en toda su
historia un millón de créditos y que el PROCREAR en sólo unos años ya
otorgó 200 mil; o que el 20% de la facturación de los supermercados
proviene de los productos del programa “Precios cuidados”.
Datos. Datos duros. Números. Cifras de las cuales agarrarse para dar
una discusión. Guarismos, discutibles como todos en tanto se confíe o
no en la fuente que los suministra. Pero una propuesta, un punto de
partida para el debate. Un piso alto para iniciar cualquier discusión.
Porque el problema es el revoleo. Me irrita, me crispa, reconozco.
Puede llegar a enfurecerme al punto de correrme del eje racional. 3
horas y 39 minutos de información, explicación geopolítica,
posicionamiento, reclamos durísimos en lo que es el juego de la palabra
internacional, precisiones, pedidos de explicaciones, tiros al blanco,
para que menos de 24 horas después, el tono de la polémica con que
pretenden hacerle frente al discurso presidencial fuese: “Yo digo", "Me
parece", "A mí me suena", “Llueven comentarios”, “¿Ustedes no ven que
hay un montón de gente?", para citar sólo unas poquísimas de las
berretísimas intentonas de contra argumentación de ciertas voces de la
TV. Menos de un día para que de boca, nada menos, que del Presidente de
la Corte Suprema de Justicia de la Nación saliera el categórico y sobre
todo hiriente “cosa juzgada” para referirse al atentado contra la
Embajada de Israel, una causa no sólo no cerrada, sino especialmente
abierta a través de la sentencia que él mismo firmó el 13 de diciembre
de 2006 junto con Enrique Petracchi, Elena Highton, Carlos Fayt, Juan
Carlos Maqueda, Raúl Zaffaroni y Carmen Argibay, en la cual dijeron
cortito y textual: “seguir adelante con la investigación” y que “no es
procedente la extinción de la acción penal”. O tener que leer hace un
par de días de pluma de una de las firmas más importantes del diario más
influyente que “lo que perdura es la muerte de Nisman sobre la
Presidenta y su gobierno”, afirmación cuyo sustento es “cuando uno tiene
la impresión”.
Porque el problema es el revoleo. Que la testiga
Natalia, que el tiro fue primero a 15 y luego a un centímetro de
distancia, que le dispararon en la nuca, que se excede la Presidenta al
dudar del suicidio, que las voces oficiales sólo aceptan el suicidio
como posibilidad, que la quieren correr a la fiscal Viviana Fein, que la
defienden a la fiscal Viviana Fein, que con Irán iba a haber comercio
de petróleo a cambio de granos, que Héctor Timerman le iba a pedir (pero
no le pidió) al FBI que bajara las alertas rojas, que Irán construye
armas nucleares y de destrucción masiva y que Luis D´Elía tiene montada
una diplomacia paralela.
La estrategia –ya se ve con claridad
después de varias semanas de zozobra- es: si no puedes con ellos, si no
los puedes vencer, confúndelos. Y en eso andan: revolean. Lanzan
pareceres como si fueran dogmas que no superan el nivel Pelopincho de
profundidad de argumentación. Pero les sirve en el juego del
“siga-siga”, del “todo pasa” y del gesto de la moral de la trompita
indignada. Lo mechan, lo instalan y, mientras, la gilada repite gustosa.
Revolean. Revolean impresiones presentadas como información. Revolean
mentiras vestidas de noticia. Revolean presuntas responsabilidades como
culpabilidades probadas. Y revolean personas junto con su honor y su
historia.
Para que quede claro: me cae tan simpático el trato
que se le brinda a las mujeres en países como Irak, Irán o Pakistán como
lo que hace Estados Unidos con los detenidos en la cárcel de
Guantánamo. Es decir, nada. Ahora, ¿en este mundo híper complejo, de una
nueva guerra fría bastante tibiecita, con Estados débiles y
corporaciones -financieras, de armas y de medios- que sopapean a los
líderes electos, será la porción lo que determine la política hacia el
todo?
En la novela circulante de agentes de inteligencia con
pechera de La Cámpora, Luis D´Elía es el hombre que entregaría los
designios de la patria al rigor de Teherán. Porque cuando reina la
confusión, esa nueva arma de destrucción masiva, se asusta sencillito.
Hagan la prueba: busquen al más morocho que tengan cerca, de ser posible
que tenga prototipos de estigmatización pública -pero poca escucha en
cuanto a sus reflexivos pareceres-, que sea popular entre otros ya
tipificados –pobres y “cabecitas”, de ser posible- que diga lo
políticamente incorrecto, que no guarde las formas en nombre del
estándar del quedar bien televisivo, que sea amigo de personas con
turbante y que se haya estrechado en un abrazo varias veces con Hugo
Chávez. Combinen todo eso y tírenselo cual resultado de la carga de un
camión atmosférico sobre su honra y sobre su familia. Y háganlo frente a
ojos de quienes no tienen la más mínima idea de qué es la solidaridad
en un barrio del segundo cordón. Tienen ahí al monstruo perfecto. Y para
que la operación no pueda ser derrotada, no permitan que ese
Frankenstein -creado a escala de la horrorización de la parte más banal
de la clase media- tenga tiempo para hablar, explicar y discutir con
calma.
Lo dijo él y lo acepta Clarín: para conocer los vínculos de Luis
D´Elía con Irán no eran necesarias las escuchas. Bastaba con conversar
con él 10 minutos o escucharlo en su programa 7 punto cero, que ya
cuenta en el aire con varios añitos.
D´Elía tuvo con el juez
Daniel Rafecas un entredicho hondo. Pero eso no corrió al magistrado de
la cordura mínima necesaria para abordar un tema de semejante gravedad.
En su sentencia de desestimación de las acusaciones Nisman/Pollicita
escribió: “es de público y notorio que el nombrado profesa una gran
admiración por Irán, y se ha convertido, al menos en los últimos diez
años, en un gran defensor de todas las iniciativas de ese país,
incluyendo la defensa acérrima que desde siempre hizo de Irán, negando
toda vinculación con el atentado a la sede de la AMIA (…) Sus
apariciones públicas en este aspecto han sido muchas. En noviembre de
2006, esta afinidad le costó el cargo que detentaba en el Estado
Nacional (…) Desde aquel entonces, D’Elia no es más funcionario, aunque
es bien sabido que asiste en forma asidua a casa de gobierno para actos,
y que sigue vinculado, con intermitencias, al oficialismo en el mundo
de la política. Sirva esto como introducción a la cuestión que aquí nos
atañe, que es la de verificar si de los elementos reunidos en el
expediente, surgen pruebas o indicioscomprometedores, al menos, de una
ideación, instigación o preparación a un delito deencubrimiento que,
como ya vimos, nunca existió. Al respecto, con lo único que se cuenta es
con las escuchas telefónicas. De un estudio pormenorizado de las
mismas, especialmente las invocadas por el Dr. Nisman en particular en
su dictamen, surgen claras varias conclusiones:
-D’Elia, entre
2011 y 2013, tenía acceso a despachos y a funcionarios del gobierno
nacional, como Julio de Vido y Andrés Larroque, con quienes tiene un
trato cordial.
-En ciertas ocasiones, fue el portavoz ante Khalil
de la postura del gobierno argentino en torno al Memorándum; y
viceversa, supo recoger de éste, una y otra vez, los reclamos y
frustraciones de la posición iraní ante la inflexibilidad de la
Argentina en cuanto a las notificaciones rojas.
-De los demás
aquí denunciados, D’Elia no tiene relación ni contacto demostrado ni con
Bogado, ni con Esteche, ni con Yrimia. Sólo con Khalil, con quien
conversa en numerosas ocasiones. Tampoco aparece ninguna vinculación con
Timerman ni con la Cancillería. Y de su relación con la Presidenta, más
allá de algunas jactancias de su parte, de las escuchas tampoco surge
que haya mantenido nunca ningún contacto directo con ella, sea personal,
o telefónico. Eso es todo. Más allá de su simpatía y reivindicación del
régimen iraní, de a ese país, de sus contactos personales con los
prófugos, y pese a que durante varios años se intervinieron los
teléfonos en busca de evidencia comprometedora, no aparece, en el caso
de Luis D’Elia, ninguna evidencia que lo involucre siquiera en la
ideación, instigación o preparación de un futuro encubrimiento del
atentado a la AMIA”.
Terminante. Y no de puño y letra de un juez de
la Yihad, sino de un hombre de la justicia argentina reconocido en el
mundo por su estudio y especialización en la cuestión judía y
particularmente del Holocausto.
Hicieron que D´Elía diera miedo.
Pero muy pocos se horrorizaron o alzaron lo suficientemente alto la voz
ante lo hecho y dicho esta semana por el premier israelí Benjamín
Netanyahu, cuando como un inquisidor de las cruzadas le faltó el respeto
a todo el sistema político de los Estados Unidos. Y de la mano de la
derecha más recalcitrante de ese país gritó como un desaforado no sólo
contra el acuerdo que está elaborando la Casa Blanca con la República de
Irán, sino contra el presidente Barack Obama. Más de 50 representantes
de la bancada demócrata se retiraron en una actitud que cuidó al menos
algo de dignidad.
Imaginemos por un minuto que el premier no era
el hombre fuerte de la guerra en Medio Oriente, sino un presidente
latinoamericano e irrumpía de semejante modo ante los representantes de
un Congreso que no fuese el de su país. De las pestañas se los llevaba
el servicio secreto. Pero claro, aquí se trató de uno de los mandarines
de los marines. Era el otro lado de la mecha.
“Sin precedentes”,
dijeron algunas voces criteriosas y enojadas y que no ahondaron porque
no pueden romper el vínculo Israel-Estados Unidos. “El Señor Seguridad
fue a Washington y mostró su verdadera psiquis”, dijo Arabiya Noticias.
Isaac Herzog, el líder opositor en Israel, sostuvo que “Netanyahu
aislará a Israel con este discurso” y que “su política es una bomba de
tiempo”. Y el propio Barack Obama fue claro: “no aportó nada nuevo ni
propuso alternativas viables a las conversaciones. No es la primera vez
que Netanyahu dice algo que luego es desmentido”. “Si somos exitosos,
entonces éste será el mejor acuerdo posible para impedir que Irán tenga
un arma nuclear", declaró Obama a periodistas en el Salón Oval.
Vale la pena detenerse en dos cuestiones centrales aquí: 1) Menos de un
mes después de que en 2012 Netanyahu advirtiera a la Asamblea General de
la ONU que Irán ya había llegado al 70% en sus planes para construir un
arma nuclear, el servicio de inteligencia de Israel concluyó que Irán
"no está realizando una actividad necesaria para producir armas”. Un
cable secreto obtenido por la Unidad de Investigaciones de Al Jazeera
reveló que el Mossad envió un cable de alto secreto a Sudáfrica el 22 de
octubre de 2012, que establecía la evaluación "resultado final" del
programa nuclear de Irán. El cable de la Mossad dijo que los científicos
de la república islámica están "trabajando para cerrar las brechas en
áreas que parecen legítimas, como los reactores de enriquecimiento" y
que “las pistas propias como las de la Inteligencia Nacional de Estados
Unidos no han encontrado pruebas de que Irán haya tomado -hasta ahora-
la decisión de utilizar su infraestructura nuclear para construir un
arma, o que haya revivido los intentos en la investigación de diseño de
ojivas que los EE.UU. habían sostenido que fueron dejadas de lado en
2003”.
2) Obama está trabajando con Irán en un intento de acuerdo
para la no proliferación de armas nucleares. El diario La nación –que
todos sabemos pro iraní, por supuesto- nos mostraba estos días al
Secretario de Estado John Kerry junto al canciller iraní Jarad Zarif en
Teherán mientras Netanyahu bramaba en un Congreso al que no había sido
invitado por el presidente Obama sino por la oposición republicana.
También leíamos en este diario mitristo-yihadista que: “tan extremo fue
lo que sucedió en Washington que por un momento parecía que el
presidente era Netanyahu y no Obama”, según el textual de la
corresponsal de La Nación que, como todos conocemos, es miembro de una
célula desacatada del Hezbollah pro iraní.
Estados Unidos está
negociando con Irán, dicen, por la no proliferación nuclear para fines
armamentísticos. Puede ser. Pero lo cierto es que la potencia militar
más poderosa del mundo necesita de la República Islámica de Irán porque
el monstruo que George Bush creó en Irak –como les ha pasado siempre a
lo largo de todo el siglo XX y lo que va del XXI- se le ha vuelto
boomerang: el ISIS ya controla el norte de Irak y la ciudad de Tigrit y
el único país que puede frenar ese avance es, sencillamente, Irán.
Entonces, señores, ustedes que como los monos no sabios sino necios, no
quieren ver, ni oír, vale explicarles que los Estados intentan llegar a
acuerdos, a pactos, a Memorándum. Como ocurrió con el atentado en
Lockerbie.
Tal como contó la activa Eva Row en las redes sociales: “La idea que
impulsó Néstor Kirchner para destrabar la causa, no fue nada original,
se inspiró en una solución que acababa de ser implementada un año atrás,
con éxito, en una causa similar que presentaba el mismo problema de
parálisis. Se trata del atentado de Lockerbie. (…) El 21 de diciembre de
1988, un avión de Pan American que volaba de Londres a Nueva York,
explotó en el aire por una bomba terrorista. La explosión ocurrió sobre
la ciudad escocesa de Lockerbie. Murieron 281 personas. 189 eran
estadounidenses. Se considera el mayor atentado terrorista contra los
EEUU, antes del de las Torres Gemelas y se convirtió en el objeto de la
mayor investigación criminal británica.
Durante más de tres años,
Scotland Yard, la policía escocesa, la CIA y el FBI, investigaron la
causa, tomando declaración a más de 15.000 testigos. Como resultado, el
13 de noviembre de 1991, fueron acusados formalmente dos ciudadanos
libios: Abdelbaset al-Megrahi, agente de inteligencia libia y jefe de
seguridad de Aerolíneas Árabes Libias (LAA), y Al Amin Khalifa Fhimah,
director de las LAA en el aeropuerto de Luqa, Malta.
El atentado al
avión de Pan American, se consideró una venganza de Libia por el
bombardeo norteamericano a Trípoli efectuado dos años antes, en 1986.
Muammar Khadaffi se negó a entregar a los acusados para que fueran
juzgados en Gran Bretaña, por no considerar territorio neutral el de un
país aliado a los EEUU, enemigo de Libia.
Después de largas
conversaciones entre Libia, Gran Bretaña y los EEUU -y permanentes
sanciones económicas de la ONU- por fin en 1999, los países involucrados
acordaron juzgar a los acusados en un territorio neutral. El 5 de abril
de 1999, Muammar Khadaffi entregó a los acusados a la policía escocesa
en el territorio de los Países Bajos. El juicio se realizó en La Haya.
El 31 de enero de 2001 fue condenado Al-Megrahi a 27 años de prisión y
absuelto Fhimah. (…) Gran Bretaña y EEUU deseaban destrabar la causa con
el objeto de comerciar con Libia (…) En 2002, Khadaffi había pagado 10
millones de dólares por cada una de las víctimas del atentado de
Lockerbie. Los acusados habían sido juzgados y las víctimas terminaron
con la angustia de esperar justicia. Y a Néstor Kirchner lo entusiasmó
la idea de seguir los pasos de los trámites de negociaciones para un
acuerdo con Irán, lo mismo que hizo Gran Bretaña con Libia. Ni más ni
menos. (…)”. El Comité Judío Americano le había dado el visto bueno a la
idea de destrabar la causa ya en el lejano 2003. Los dirigentes de AMIA
y DAIA también y, por supuesto, los familiares de las víctimas.
La historia posterior y cercana a aquello es más o menos conocida.
Alberto Nisman viajó a Londres y no pudo probar la responsabilidad de
los acusados y el ex embajador iraní Hadi Soleimanpour, detenido sin
pruebas, fue indemnizado por su padecimiento con más de 200 mil libras
esterlinas.
Es más. Cuando -aún con las inmensas diferencias y
con los océanos de distancia en cuanto a los criterios y líneas de
investigación que el fiscal llevaba adelante- la discusión no la
llevaban del todo de las narices los diferentes sectores de la ex SIDE -
que actualmente juegan el todo por el todo- y la geopolítica
internacional no estaba ciento por ciento metida en cada hendija del
debate, en enero de 2014 el propio Nisman indicó que iba a pedirle al ex
embajador israelí en Argentina Itzhak Aviran que explique sus dichos
sobre los supuestos responsables del atentado a la AMIA. Temerario,
Aviran había dicho livianamente que “la gran mayoría de los culpables
está en otro mundo y eso lo hicimos nosotros".
Los diarios de
esos días informaban que Nisman iba a enviar un exhorto al ex
diplomático para que respondiera una serie de preguntas relacionadas a
los ataques homicidas y sus recientes afirmaciones que apuntan al nudo
de la investigación."Él está afirmando quiénes son los autores con
nombre y apellido; de ser cierto esto, sería importante para la causa,
para ver si se ahonda en la pista iraní", había asegurado el fiscal.
No sabemos qué hizo u obtuvo Nisman de estas acciones. Porque esa
información no la revolean. Como no nos tiran por la cabeza los datos
vinculados con que el 23 de diciembre de 1983 Argentina vendió un total
de 11,5 toneladas de armas a Irán; que el decreto presidencial secreto
1723 del 7 de junio de 1984 (firmado por el ministro de Defensa Raúl
Borrás y por el entonces canciller Dante Caputo) puso en marcha el
“Operativo Ezarim“, que consistió en la venta al contado de 18 cañones
CITER de 155 milímetros, 200.000 proyectiles para dichos cañones, 100
equipos electrónicos de vigilancia terrestre y 100 radios mochila; que
el 27 de febrero de 1987, Raúl Alfonsín firmó el decreto secreto 307 que
autorizó un contrato para vender al gobierno de Irán 18 mil granos
propulsantes para cohetes, por medio de la empresa argentina Proveedores
Argentinos de Equipos Sociedad Anónima (PRADESA); y que el 3 de junio
de 1987, Alfonsín autorizó a través del decreto secreto 852 un nuevo
convenio con Irán para la venta de 600.000 fojas negras, 1400 toneladas
de pólvora para los cañones de 155 milímetros y 100 toneladas de pólvora
CBI (a base de nitroglucosa monobásica).
Los valores de los
bonos argentinos en enero demostraron no sólo que no había sido un error
no pagar a los buitres durante 2014, sino que la reestructuración de
deuda de Argentina puede ser una tentación y un ejemplo de que contra
los poderosos, a veces David tiene algo para hacer y decir. Eso no debe
estar en el tapete, como tampoco las verdaderas razones de los vínculos
de nuestro país con lo que los parlanchines del establishment no
reconocen como parte del mundo, sea Irán, los no alineados, China o
Rusia. Todo eso no puede ser revoleado. Por eso lo niegan, lo ocultan,
lo desaparecen.
Y para lograrlo, todo sirve. Hasta el cadáver de un fiscal. Eduardo
Van der Kooy escribió la semana pasada “La denuncia pasa pero la muerte
queda”; Alberto Amato dijo: “El caso Nisman languidece”. Es decir, los
que firman con peso en Clarín reconocen que la operación se cae de a
pedacitos, pero necesitan sostenerla. A como dé lugar. Joaquín Morales
Solá lo indicó casi como confesión de parte: “la lucha continúa pero en
cada causa judicial”.
A la gilada, en tanto, el miedo. El terror
a lo desconocido, a lo lejano, a ese que ya carga con la suficiente
estigmatización, la que sirve de base para que la mierda nueva encuentre
donde asentarse. “Los odio”, dice el personaje de D´Elía que gracias a
Marcelo Tinelli, la televisión y, por ende, el sentido común ya aceptó
casi como más verdadero que la persona. Y encuentran en ese odio, no un
recorrido sincero por la historia argentina, sino a un negro resentido
del conurbano. Lamento informar a los bienpensantes propios y ajenos que
el odiar no es una característica ni un sentimiento del subsuelo
peronista despreciado, sino una categoría política utilizada por varios
de los cerebros más lúcidos del mundo intelectual mundial.
Edward Said fue la cabeza más brillante del mundo árabe. Junto con
Daniel Baremboim creó y construyó varios de los espacios más
ejemplificadores de cómo musulmanes y judíos podían convivir cuando la
lógica del poder imperial no es la que ponía las reglas. En el libro “La
pluma y la espada” contó que: “En las escuelas a las que asistí había
niños de distintas etnias. Para mí era completamente natural convivir
con armenios, musulmanes, italianos, judíos y griegos porque estábamos
en Levante y ahí crecimos”. Y agrega este hombre que brilló por encima
de toda la intelligentzia oriental y occidental: “El divisionismo y
etnocentrismo que tenemos ahora son bastante recientes y me resultan
totalmente ajenos. Es más –dice categórico quien no revoleó nunca nada,
sino que apuntó, eso sí, piedras codo a codo con los niños de la
Intifada- a esos que sólo quieren dividirnos, los odio”.
Un gran saludo a ese enorme dirigente político y social !!
ResponderEliminarMariana: gracias por tomar en cuenta mi investigación sobre Lockerbie, por nombrarme, y por difundirla.
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